(Tú)— No me
ayudas, Bill: ¿puedes ser un poco racional? Solo le ayudé con las cajas y ya
—bufé, rodando los ojos.
Bill— ¡Por Dios! Pude ver sus intenciones:
quiere contigo —dijo ya molesto.
(Tú)— ¡Pues él sabe que tengo novio! —exclamé— No puede acercarse a mí más que
para el trabajo —ladeo la cabeza.
Bill— No voy a cambiar de parecer: no me
gustó la forma en que los vi juntos y ya —se cruza de brazos.
(Tú)— Ash, ¿sabes qué? Mejor voy a caminar
un rato sino voy a explotar —dije.
Caminé
hacia la puerta de la habitación y él me jaló de la mano con algo de fuerza. Si
no me soltaba pronto le iba a decir verdades que dolerían… y mucho. Forcejeé y
logré zafarme de él, tomé mis llaves y mi celular, salí de la casa ignorando
las sartas de palabras de Bill. Puse música y con eso logré relajarme, llegué
al parque de siempre y ahí hice lo que siempre cuando estoy enojada o
estresada: colgarme de la rama de mi árbol favorito con las piernas. ¿Qué? Es
bueno: te despejas un poco.
Aproximadamente 20 minutos después recibí
una llamada, obviamente de Santiago, contesté aún estando patas arriba.
(Tú)—
Ya ni me digas, Santiago ¿ahora qué? —dije estresada.
Santiago— ¿De verdad se pelearon? —suspiró—
Entiende a Bill: es normal que sienta celos y te diga lo que piense; recuerda
que le dejaron encargado soltar lo que sintiera —dijo.
(Tú)— Pero que no me joda, por favor: Bill
súper malinterpretó esa escena tan simple y de trabajo… ¿Ya sabes qué? Mejor ya
no digo nada porque diré cosas de las que en un futuro me arrepentiré.
Santiago— A ver, cariño, respira…
Tranquilízate. ¿Por qué mejor no nos vemos en el parque de siempre? —sugirió.
Santiago siempre sabía cómo hacerme olvidar de todo.
(Tú)— Ya estoy aquí, imbécil —murmuré.
Santiago— Salgo corriendo hacia allá —dijo
y luego colgó.
Ese
era uno de los momentos en donde no podía ser optimista, pues el enojo me tenía
totalmente dominada. Bill había exagerado totalmente las cosas diciéndome que
yo estaba a punto de besarlo cuando chocamos al darle las cajas a Emmanuel y
que él me tomó de la cintura, en fin. Fue algo que no controlé y exploté así,
sin más. La verdad de todo eso era que al girarme con las cajas fuera del
restaurante choqué con Emmanuel y todo se me desparramó al punto de resbalarme
con una fruta ya totalmente aplastada, Emmanuel me tomó de la cintura por
detrás mientras me enderezaba y luego reímos, chocamos miradas, le di un
manotazo en el brazo y recogimos todo. Nunca me pasó por la cabeza que Bill
en serio iría por mí al restaurante en su flamante Audi TT. Ya cuando salí del
trabajo con las cajas ya dentro del restaurante me encontré con el Audi de
Bill, entré y fue cuando inició todo. Parecía como si Bill aún no me
conociera.
Santiago llegó a los 15 minutos y se subió
a la misma rama donde estaba yo y platicamos, lo insulté debido a mi enojo y él
supo entenderlo, me ayudó a olvidarlo todo y reflexioné: ok, tenía razón, Bill
tal vez ahora quería ser muy protector conmigo y solo trataba de “cuidarme”
—pero ¿a quién engañamos? Nadie te cuida de esa manera tan extraña y poco
racional— a pesar de haber malinterpretado todo.
Santiago—
¿Y bien? ¿Ya mejor? —me mira con una ceja alzada.
(Tú)— Supongo que sí —asentí.
Santiago— ¿No vas explotar contra Bill y no
harás nada de lo que me dijiste? —dijo serio.
(Tú)— No —negué con la cabeza.
Santiago— ¿Por qué?
(Tú)— Porque debo hacerlo feliz y superar
todas las mierdas de su pasado —dije como niña regañada.
Santiago— Perfecto —sonríe—, a ver, niñita
cero enojos y 100% optimista, dame una sonrisita —dice zalamero—. Anda, solo
una.
(Tú)— Oye, tampoco jales —fruncí el ceño.
Santiago— Vamos, (Tú): a ti no te cuesta
nada darme una sonrisita y olvidarte de esta rabieta.
(Tú)— Está bien…
Por
más que lo intenté no pude sonreír ni forzar una, era difícil; me encogí de
hombros y luego Santiago me miró serio, finalmente lancé una carcajada y él
igual. Los problemas como este no debían dejarme caer: ya había tenido peores y
solo eran una pizca de ellos.
Santiago—
¿Lo ves? Pero si te haces del rogar —gruñó.
(Tú)— Ya lo sé —dije zalamera.
Santiago— Ahora vamos a tu casa a arreglar
eso para que pueda cenar —dice, bajándose de la rama del árbol—; hacerla de
mejor amigo me da hambre —hace un mohín.
(Tú)— Tonto —sonrío y niego con la cabeza.
Regresamos
caminando a mi casa haciéndonos bromas y troleándonos: Santiago era muy buen
mejor amigo. Lo amaba por eso. Para cuando llegamos a casa nos encontramos a
Bill con sus lentes como típico hombre de negocios revisando su I pad mientras
escuchaba ‘Ask me why’ de los Beatles (vaya que tuvo cierta influencia de
Frances), al vernos primero vio a Santiago y luego a mí.
Bill—
Al parece lo hiciste —dijo, mirando nuevamente a Santiago.
Santiago— Detesto este tipo de situaciones,
y más si fue por algo ridículo ¿sabes? Pero bueno, los amo a los dos y… ya está
—se encogió de hombros.
Bill— ¿Y bien? —me miró a mí con sus cejas
alzadas.
(Tú)—
Trataré de tener más cuidado —dije.
Bill— (Tú)… sabes que confío en ti, pero no
en los chicos que te rodean… pero haré como si nada de esto hubiera pasado ¿ok?
Miré
a Santiago rápidamente.
(Tú)—
Claro, sí así lo quieres —asentí.
Pero
la verdad era que momentos como ese y de otro tipo nunca los olvidaba.
Me quedo un momento mirando a la calle con
dos bandejas en las manos. Esa había sido nuestra primera pelea y… a decir
verdad fue bastante interesante: jamás tuve una pelea con un novio de esa
magnitud. Con los anteriores era algo simple y luego estábamos juntos… luego me
di cuenta de que estando con Bill todo iba a algo serio.
A pesar de estar junto a él por obligación
conocí más de su vida, en serio. Lo que le gusta, lo que no, lo que lo pone
tenso y triste: le he hecho más de 3 veces la paella que tanto ama. Ese es todo un enigma.
Regreso a la vida real y vuelvo a mi trabajo,
no sin antes recordar lo que pasó hace casi 1 semana. Estuve a punto… a punto.
Salí
de trabajar como siempre, el día laboral se había terminado y Bill me recogió
con normalidad; nos saludamos con ese típico beso de ‘piquito’ y nos dirigimos
a casa. Ya superado la primera discusión todo fluía bien y al parecer eso nos
unió más. Ya era rutinario darle besos sin razón, sonreír frente a él,
abrazarlo —aunque me pareciera muy cursi— y a veces hasta decirle ‘te quiero’…
solo para mantenerlo contento; y había pasado tan rápido el tiempo que ya
teníamos un mes siendo novios —no pensé que duraría tanto con él—, me regaló
una blusa hermosa de los Beatles pero yo no le di nada cosa que no le importó:
al parecer queremos mantenernos contentos mutuamente.
Llegamos a casa, platicamos como siempre y me
enseñó que tanto iba a aprendiendo a hacer ecuaciones y balances en Microsoft
Excel —que era muy malo— y de la nada saltó el globo de un mensaje. Bill no se
molestó en abrirlo en mi presencia y grata fue mi sorpresa al ver que eran
mensajes de una mujer… con cosas bastante comprometedoras. Me sorprendí tanto
al verlo que instintivamente caminé dos pasos hacia atrás y Bill se giró para
verme: estaba asustado por mi reacción, se levantó del sofá e intentó tocarme
pero casi le rompo la mano por un golpe que le di.
No podía alejar
los mensajes que vi ahí:
¿Y qué con que ella sea tu novia? No debe enterarse.
Vamos, Bill: recordemos los viejos tiempos.
Entonces ¿eso es un sí? Perfecto.
Verás que la vamos a pasar muy bien (;
¿Cómo pude haber sido tan tonta? Ese había sido mi primer
pensamiento, ¿él planeaba verse con una de sus… queridas? Bill rápido comenzó a
darme muchas explicaciones sin coherencia, se acercaba más a mí pero yo me
alejaba hasta que topé con pared. Odiaba las mentiras y esa fue una de las
peores; las lágrimas salieron por mis ojos, y no sabía por qué: yo no debía
sentirme así, más bien debería agradecerle a Bill que se encontró a otra para
que ya no me jodiera pero… no podía evitarlo. Seguro que era decepción, pero nunca, jamás tristeza. Solo decepción.
(Tú)— ¿Quién es el mentiroso ahora, ah? ¿Tú
o yo? —dije casi sollozando.
Bill— (Tú), no me
malinterpretes… —suspiró nervioso.
(Tú)— No, ¿sabes qué? Vete a
la mierda tú, tu regalito de los Beatles, y todo —murmuré furiosa.
Bill— No, espera… ¿qué estás
diciendo? —dijo asustado.
Ahí estaba mi salida
para dejarlo todo. De todos modos, Bill ya estaba perfectamente bien: estaba
yendo con el psiquiatra perfectamente, también
a un grupo de alcohólicos anónimos… prácticamente ya no me necesitaba,
solo quería a alguien que realmente lo apoyara en todo lo que quisiera: era
obvio que nunca me quiso. Sabía que había confundido totalmente una verdadera
amistad con algo más serio.
(Tú)— Ya, ya no me
importa nada. Déjalo así —dije cansada. Camino hacia la puerta y él rápido pone
su mano para que no pueda salir—. Vamos, cabrón: déjame salir. Necesito
liberarme de esta mierda para no hacer algo de lo que pueda arrepentirme.
Bill— ¿Qué? ¿Decirme verdades
que duelan? ¿Vas a golpearme? ¿Vas a hacer que caiga dormido? ¿Qué? Vamos, dime
—dijo con su voz quebrada.
Lo miré pensativamente.
Bill ya sabía cómo podría acabar con esto: ya me estaba conociendo, y no quería
eso. Suspiré ya furiosa, sin poder controlarlo, fui por su I pad y se lo
restregué bruscamente en la cara para finalmente azotarlo con toda las fuerzas
que tenía al piso y luego pisotearlo. Él nunca en su vida se imaginó que haría
eso.
Caí en lágrimas y me las
limpié con la mano.
(Tú)— ¿Vas a dejarme
salir o qué carajos? —dije— ¿Quieres que te golpeé acaso para que lo entiendas?
Bill— Yo… le dije muchas veces
a Marie que no pero ella siguió y…
(Tú)— Con un “vete a la
mierda” era suficiente. ¡Es que te faltan…. —no digo nada y agacho la mirada.
Vuelvo a mirarlo— ¡Te faltan pantalones para ser asertivo, joder! —exclamé.
Bill— No digas eso (Tú) —dijo
él sin quitar la mano de la puerta.
(Tú)— Es que ya no sé qué
decirte; es más, ya no sé si sorprenderme o hacerme la que no pasa nada. He
llegado a mi límite… ¿acaso así eras con Frances? ¿La engañabas con tus
queridas? —suelto una risa dolida— Que asco me das, en serio.
Bill— No menciones a Frances:
yo nunca la engañé —murmuró.
(Tú)— ¿Entonces? ¿Por qué a
mí? Sabes que yo odio las mentiras…
Bill— Si odiaras las mentiras
tú tampoco lo harías: siempre que quiero conocerte me evades y sales con otro
tema… Yo odio eso de ti.
(Tú)— ¡Porque yo tengo mis
razones que sí son coherentes! En cambio tú —lo miro de abajo hacia arriba—…
Varias lágrimas brotaron
de mis ojos y me las limpié con la otra mano, miré el I pad destrozado
totalmente y con todas mis fuerzas quité a Bill de la puerta, cayó al suelo y
rápido salí de ahí cerrando la puerta. Escuché sus gritos y corrí a toda
velocidad ignorando sus llamadas y sentí que me seguía, lo que me obligó a
tomar un atajo para llegar a otra zona que conocía perfectamente a la
perfección. ¿Ir a la casa de Santiago? No, eso no sería ahora: ahí se dirigiría
Bill para hablar conmigo. No tenía a donde ir. ¿Con Tom? Por supuesto que no:
no quería hablar de esto con él.
Luego una idea asaltó mi
cabeza: Shannon. No tenía nada de dinero, ni celular, ni llaves de mi casa,
nada absolutamente así que tuve que irme caminando hasta su casa. Sabía en
donde vivía.
Los ojos me ardían terriblemente, temblaba de las manos y como podía
trataba de calentarme gracias al bendito frío que inundaba a Nueva York. Pude
ver a varios niños jugar aún cuando eran ya casi las ocho de la noche y a una
que otra familia pasear por ahí, algo casual.
Aproximadamente 40 minutos
después de una larga caminata pude llegar a donde quería. Toqué múltiples veces
el timbre del apartamento de Shannon hasta que abrió: quedó pasmada al verme…
tan mal. Rápido me dejó entrar, vi a su novio Zac cocinar algo, cosa que me
importó un comino, me senté en el sillón grande de su lujosa sala y suspiré.
Estaba cansada.
Shannon— Ok, aquí pasó
algo muy grave. ¿Qué pasó? —me dijo, palmeando suavemente mi espalda.
(Tú)— No sé, Shannon: no sé
qué pasa conmigo. Hoy Bill… hizo algo completamente idiota que me puso así.
Ella jadeó sorprendida y
vi como llamaba a Zac, se acercó y se
sentó junto a mí. ¿Tan mal estaba yo? ¿Tan mal estaba la situación?
(Tú)— Todo estaba bien,
me mostró su I pad para ver los avances de su empresa…, pero de la nada apareció una conversación suya
con una tipa… una de sus queridas: iban a verse mañana en un lugar que
desconozco, él rápido le dijo que sí y la otra idiota le dijo que la pasarían
bien.
Shannon— Dios —volvió a
jadear—…. ¿de verdad? Oh, no.
(Tú)— ¡Carajo! Lo vi
claramente —golpeó mis piernas con mis puños— y luego él empezó a decir
estupideces: “dije muchas veces a Marie que no pero ella siguió” —imito su voz—…
A la mierda con Bill Kaulitz.
Zac— Nadie sabía que tenía sus
‘queridas’ —dijo sorprendido.
Shannon— ¿Qué hiciste? (Tú),
dime que no lo golpeaste porque tú si eres capaz de matarlo —se pone de
cuclillas frente a mí y toma mis manos.
Ese gesto me recordaba
totalmente a él. ¿Por qué me dolía tanto? Que tonta era como para ponerme así. Se sentía igual que cuando
perdí a mis hermanos, a mi abuela y a mi mamá…
Shannon— ¿Lo golpeaste?
—dijo sorprendida.
(Tú)— Obvio no —bufé—, pero
hice su I pad añicos —sonrío forzadamente.
Zac— ¿Él te hizo algo o te
dijo algo? —me preguntó.
(Tú)— Solo me dijo que yo
también era una mentirosa, pero equis.
Shannon— Oh, (Tú) —se levanta
y me abraza.
Shannon y Zac me
consolaron como pudieron.
(Tú)— Y ni sé por qué
estoy así. Se supone que solo debería sentir decepción por él: de todos modos,
ni me gusta —dije esta última parte con temor.
Shannon— ¿Sigues creyendo eso?
—suspira y luego suelta una risita para animarme.
Zac— ¿Puedo decirte algo,
(Tú)? —preguntó.
Asentí y lo miré con los
ojos hinchados y aún temblando. Esta sería la primera vez que Zac me diría algo
frente a frente.
Zac— Te he visto, en
serio: cambiaste a partir de la segunda semana en que Bill y tú ya eran novios
—suspira y sonríe—. ¿Quieres que te diga el resto?
(Tú)— Podré soportarlo
—asiento y sorbo por la nariz.
Zac— No soy mujer, pero como
hombre puedo decirte que sonríes como tonta, perdón por la palabra, cuando
estás con él, si él no está te sientes apachurrada; cuando los visitamos noto
en ti algo bastante fuerte: nunca sueltas el brazo de Bill, estás contenta
siempre, ambos se hacen bromas y se divierten mutuamente… Siempre lo has
querido negar pero no es la “rutina” como tú le dices: estás actuando por ti
misma. Si fuera rutina actuarias con él y frente a nosotros de manera
totalmente desagradable; tampoco no es que quieras mantenerlo contento: lo
haces por ti. Como conclusión: te gusta Bill Kaulitz pero siempre lo negabas y
con esto me demuestras que te importa.
Suelto una carcajada de
nervios. Eso era mentira: a mí no me gustaba Bill Kaulitz: era solo la maldita
rutina y ya. La maldita rutina. Aceptar las realidades era malo, pero esto me destrozo: a mí no me
gustaba. Poco a poco fui reaccionando: todos esos besos ‘sin razón’, las
múltiples frases de ‘te quiero’ igual sin razón no eran por rutina… realmente
me gustaba Bill Kaulitz y lo negué. Luego las lágrimas empezaron a fluir más
debido a esto: ¿cómo podía ser tan tonta?
Me gustaba Bill Kaulitz.
Shannon— Eso es lo que
siempre tratábamos de explicarte pero nunca nos escuchaste, a veces tu
optimismo te hace ver la realidad de otra forma —dijo.
(Tú)— Es que eso es malo
—exclamé—, ¿cómo me pudo haber llegado a gustar ese tipo? Solo quería que fuera
su salida para olvidarse de toda su mierda y… no, ¡no puede gustarme!
Zac— Entre más lo niegues más
lo vas a sufrir —murmuró.
(Tú)— Shannon, tu tía
seguramente algo me hizo: Zac dijo lo mismo que ella cuando nos encontramos
todos en el hospital. Seguro es una venganza.
Shannon— (Tú), ya deja de ser
tan tontis, por favor: eso es lo que todos notamos en ti. Independientemente de
Bill, tú estás muy contenta con él: ambos se hacen felices. Solo acepta que te
gusta y ya, no va a pasar nada.
Esto era muy difícil.
Por un momento sentí lo que Bill cuando yo le dije que era un cabrón con
problemas psicológicos: las verdades duelen, pero teníamos que aprender a vivir
con ello. De todos modos, él se iba a ver con la tal Marie a mis espaldas:
tenía que terminar con esto.
No podía aceptar que sentía algo por Bill.
(Tú)— Acepto ser novia
de Bill Kaulitz al principio por lástima, a la segunda semana me gusta y lo
niego, y al final cuando logró aceptar mis sentimientos por él quiere engañarme
con una de sus queridas —bufo—: perfecto.
Shannon— ¿Vas a terminar con
él? —me preguntó.
(Tú)— Tengo que hacerlo. Tal
vez mi destino sea estar sola y con 40 gatos —río dolida.
Zac— Si él realmente te ama,
como dice, mandará a sus queridas a la gran mierda y tratará de recuperarte.
(Tú)— Es que yo no podré
confiar nuevamente en él sabiendo que volverá a hacer lo mismo; si lo perdono
lo mismo se va a repetir y… voy a lamentarlo un día.
Shannon— Tiene razón.
Zac— Necesitan hablar ambos,
urgente: es tu decisión si vas a acabar con eso o no —sugirió.
(Tú)— Ya no sé si quiera verlo
—me encojo de hombros—, ya se hecho todo: él ha salido de su hoyo, está
perfectamente bien, está manejando bien su empresa. No me necesita.
Shannon— Pero tú a él sí:
dentro de ti aunque la haya cagado lo quieres.
Tenía un poco de razón.
Lo quería, y mucho ¿ya para que negarlo más?
(Tú)— Es malo esto,
¿sabes? Pero ya he sufrido peores cosas así que no me dejaré vencer por este
tipo de estupideces.
Shannon— Me gusta esa voz
—sonrió.
(Tú)— Ahora por eso iré a
buscar a esa tal Marie y le voy a partir la cara para que no se acerque a Bill.
Fin.
Shannon— Es un chiste, ¿verdad?
—me mira seria.
(Tú)— Obviamente: aún tengo
dignidad sabes. Seguro el karma o lo que sea se encargara de esa muchacha.
Zac— Ay, (Tú): estás bastante
dolida.
(Tú)— Ya lo sé —dije
desganada—. ¿Puedo quedarme con ustedes solo por hoy? Ahorita no quiero ver a
Santiago porque seguramente va a empezar con su mierda y no estoy de ánimos:
estoy cansada física y emocionalmente.
Shannon— Pero mañana vas a
trabajar ¿no?
(Tú)— Puedo irme con la misma
ropa mañana, da igual: ahora solo quiero descansar y… morir en sueños, nada
más.
Shannon— Está bien, como
quieras. Hay una habitación extra a lado de la nuestra. ¿Quieres cenar?
(Tú)— No, gracias. ¿Puedo
irme?
Zac— Claro, anda.
Solté las manos de
Shannon, me levanté del sofá y Zac me indicó en donde estaba la habitación. Al
entrar me aventé a la cama y lloré nuevamente. Bill me agarró de idiota.
Dejo las
bandejas y sigo con las siguientes órdenes, las entrego y le ayudo a Jon con
algunos ingredientes de diferentes comidas. Lo único que podía escuchar en el
trabajo era: “(Tú) orden X”, “(Tú) ayúdame con esto”, “(Tú), corta esto y luego esto”. Debía ir
de aquí para allá; yo creo que gracias a tanta caminata mis piernas están fuertes
y torneadas.
No dejé pensar en lo último que había pasado en
este mes. Asco de vida que tengo, por
Dios. Seguí atendiendo gente, escribiendo órdenes, cortando verduras,
sirviendo vinos y demás.
Media
hora aproximadamente me tomé un pequeño descanso, ya no había tanta gente
después de las 2.30 de la tarde. Me senté en un taburete y suspiré
completamente cansada, Emmanuel y Santiago se sentaron a ambos lados de mí y
lanzaron casi un grito de cansancio: por alguna razón este día había sido uno
de los más productivos del restaurante.
Emmanuel—
Espero y Travis nos aumenté algo —suspiró.
Santiago—
Si, claro.
(Tú)— Me
siento mareada —tomo mi cabeza con las manos—; ¿en dónde estoy? —pregunté
confundida.
Santiago—
Tampoco es para tanto —suelto una risita—… Oh, oh: peligro, peligro.
(Tú)—
¿Qué pasa contigo, hombre? —frunzo el ceño.
Al
quitarme las manos de la cabeza y abrir los ojos vi a Bill entrar con
tranquilidad al restaurante, me vio y se detuvo casi en seco. Bueno, al parecer
ya era hora de tenerlo cara a cara después de… ¿2 semanas? Creo que sí. Se fue
a sentar a una mesa casi enfrente de mí y Jon casi nos gritó que fuéramos a
trabajar. Emmanuel y Santiago casi me empujaron del taburete.
(Tú)—
Gracias, disimulados —dije algo molesta. Saco mi libreta y un lapicero y me
acerco con “normalidad” a él—. Bienvenido, ¿cuál es su orden? —pregunto y me
preparo para escribir.
Bill—
Pensé que me mandarías por un tubo —dijo tranquilo.
(Tú)—
Mmm, ¿tal vez porque estoy trabajando? —asiento— Sí, eso.
Bill—
Vamos, (Tú).
(Tú)— El
tiempo corre joven: más vale que se apure —sonrío de lado.
Bill—
(Tú), por favor, necesitamos hablar —insistió.
Recargo
mi peso en mi pierna y suspiro.
(Tú)— ¿No
lo ve? Estoy trabajando, muchacho —dije seria.
Bill— Sí…
Eso. Entiendo —toma la carta y la abre, comienza a ver qué pedir—… Quisiera
unas habichuelas con arroz y el mejor vino tinto que tengan, por favor —dijo al
fin.
(Tú)—
Estupendo. ¿Ve que rápido? —sonrío— Ahorita se le traerá.
Doy media
vuelta y pongo los ojos en blanco, Santiago no dice nada. Voy a entregar la
orden, Emmanuel y Santiago se dispersan para atender a los demás; veo que han
entrado más, escojo una mesa al azar y me dirijo a ella. Bill me sigue con la
mirada. Suspiro. Pongo una sonrisa típica para trabajar y me preparo para
escribir: bendita suerte que tengo, tengo que atender a un tipo bastante guapo.
Maldita sea.
X—
Quisiera canelones con bechamel y una botella de Moët & Chandon, por favor
—me mira y no dice nada.
(Tú)— Seguro, ¿alguna otra cosa? —lo miro.
X— Oh, wow. Disculpa que te lo diga pero…
¿cuál es tu nombre? —dijo interesado.
(Tú)— ¿Ah? ¿Mi nombre? —suelto una risita—
Lo siento, pero estoy laborando en estos momentos —me encojo de hombros.
Entregué la orden y fui atendiendo a otras
personas y así sucesivamente, me entregaron la orden de Bill y fui a
entregársela. Me miró bastante serio y retiro su mirada a su comida. Seguí con
las comidas y luego se la entregué al tipo extraño que me había preguntado mi
nombre. Ojalá no pase lo que estoy
pensando, Dios.
X— Por favor, solo tu nombre —insistió él—.
Yo puedo darte el mío: me llamo Taylor —sonrió.
(Tú)— Ah, eh… —no digo nada. Dejo el
carrito con la botella del champagne y lo pienso. Le diría otro nombre con tal
de que dejara de joderme— Me llamo Stephanie —sonrío.
Taylor— Wow, que lindo nombre. Es increíble
que estés trabajando aquí —dijo.
(Tú)— Pues… ¿sí? Eso creo —asiento.
Taylor— Perdón por joderte, es que cuando
veo a una chica que me interesa hago lo posible por hablarle —se encoje de
hombros—: tengo suerte al haberme encontrado contigo.
(Tú)— ¿Gracias? —suelto una risita. ¿De
cuándo acá le interesaba a la gente?— Bueno, amigo Taylor, tengo más de 4OO
órdenes que atender así que sí me disculpas… me voy. Provecho.
Taylor— ¡Nos vemos! —exclamó sonriente.
(Tú)— Igualmente —hago un gesto con la
mano, doy media vuelta y suspiro.
No sé cómo pero la gente comenzó a llegar
de nuevo y por montones; todos los meseros parecíamos hormigas trabajando a
toda velocidad. En ocasiones pasaba a lado de Taylor y me decía cosas
graciosas, que me hacían reír a decir verdad; lo que me extraño es que Bill aún
no se iba, pero no le tomé demasiada importancia. Verlo aquí era extraño. “Lo
extrañas, idiota”, me dijo mi subconsciente.
Más ordenes, más personas que atender y uno
que otro descanso tuve. Al ir a la cocina a ayudarle a Jon con varios panes
escuché un estallido de platos y varios jadeos de personas. Santiago es un imbécil: es la cuarta vez que
le pasa esto. Jon y yo cuando terminamos nos fuimos afuera para ayudarle a
Santiago con los tratos ya rotos, pero lo raro fue que seguimos escuchando más
golpes y demás.
Casi grito al ver a Bill golpeando a Taylor
como loco y éste último defendiéndose, parecían gatos. Estaban tirados en el
suelo. La mesa de que ocupó Taylor y otra que estaba junto a ella estaban sin
manteles, casi tiradas; el champagne que pidió Taylor estaba desparramando en
el suelo. Santiago como podía trataba de quitar a Bill del otro. No bueno: que
show estaban armando. Yo también tuve que meter mi cuchara, pero nadie me hacía
caso. Todos en el restaurante estaban asustados.
(Tú)— ¡BASTA YA! —grité a punto de quedarme
afónica.
Fue cuando por fin los dos que peleaban
dejaron de hacerlo y me miraron: Taylor estaba con un ojo morado y la nariz
sangrando mientras que Bill tenía el labio inferior y el pómulo partidos. Santiago
aprovecho para levantar a Bill y Emmanuel a Taylor. Me acerqué a Bill y le di
una cachetada extra. Todos se quedaron más sorprendidos. Trágame tierra.
(Tú)— ¿Qué carajos te pasa, joder? —le
pregunté furiosa.
Bill— Lo mismo te pregunto —forcejeó—,
suéltame Santiago, maldita sea: déjame partirle la cara a este idiota.
Taylor— No te he hecho nada —dijo el otro.
Suspiro y me froto la cara con mis manos.
Bill— ¡Te metiste con MI CHICA! —gritó.
Taylor— S… ¿Stephanie? —me miró.
(Tú)— Taylor… lo siento. No sé qué pasó
—dije.
Taylor— ¿Tú eres la novia de… Bill Kaulitz?
—murmuró— Oh, no.
(Tú)— ¡Oye…! Yo… no —susurré—. ¡FUERA DE
AQUÍ, LOS DOS! —grité, señalando la entrada del restaurante.
Bill— (Tú), tenemos que hablar.
(Tú)— Por tu culpa tengo que limpiar esto,
y hablar con mi jefe —lo miro—: ¡HE DICHO FUERA, LOS DOS!
Bill ladeó la cabeza.
Bill— Suéltame Santiago —gruñó. Este
obedeció y el otro se arregló la chaqueta—… Nos vemos.
(Tú)—
¡Vamos, vamos! —exclamé queriendo que se apuraran.
Bill fue el primero en salirse, luego
Taylor se me acercó. Dios: que mal se habían dejado ambos. “Dos hombres
peleándose por ti: hermoso”, dijo mi subconsciente emocionada.
Taylor— Si te incomodé en algún momento, lo
siento, no fue mi intención. Debí haber visto antes a Bill —suelta una risita.
(Tú)— He dicho fuera —dije seria—. Y lo
siento.
Taylor— Sí, eso… Hasta luego.
Él se fue e inmediatamente Emmanuel y
Santiago empezaron a limpiar todo el desastre; esto era demasiado vergonzoso
para mí. Justo en ese momento apareció el jefe pasmado por todo.
(Tú)— Lamentamos el inconveniente: no
volverá a suceder. Por favor regresen a sus mesas —dije fingiendo seriedad.
Todos obedecieron y fueron a sus mesas,
siguiendo con sus comidas. El jefe me llamó y gemí con frustración: todo esto
iba a estar mal.
*
* *
Al
llegar a mi casa entré cansada y frustrada. Este día era de los peores que
había tenido; hoy no era de los de “otro
día otra moneda”, peor fue cuando me encontré a Bill sentado en mi sofá
recargando en sus piernas y con sus manos tomando su cabeza. Por poco y lo dejo
inconsciente con uno de mis tantos amigos señores bastón de bambú. No pensé que me causaría tantos problemas.
(Tú)— Oh, por Dios. Tú no, por favor
—gemí—. ¿Qué pasó ahora Bill? ¿Te peleaste de nuevo con otra persona? —dije.
Bill— Te dije que teníamos que hablar
—espetó.
(Tú)— No, Bill: estoy cansada y frustrada.
¿Sabes qué pasó? Tuve que quedarme una hora extra lavando trastos y limpiando
toda la cocina, ¡oh! ¿Y sabes qué más? Me quedé sin salario por dos quincenas
para reponer todo. ¿Sabes qué significa eso? Tragedia para mí estómago y para
mi familia, si me entiendes ¿no?
Bill— ¡Lo siento! —exclamó— No evité sentir
celos al verte con ese imbécil que te sonreía todo cursi —se levanta del sofá y
me toma de los hombros. A pesar de todo, amé sentir sus manos tan varoniles en
mis brazos—. (Tú), por Dios: ya no soporto estar así contigo. ¿Sabes qué es lo
peor? Que no hemos terminado pero estamos separados, y eso me mata. Sí, sí, la
cagué horriblemente esa vez pero quiero decirte y casi jurarte que no me junté
con Marie el día anterior, es más, la mandé a la mierda.
“Ese día lloré como niñita cuando me
dejaste aquí, pensé lo peor. No te encontré con Santiago, ni en el parque, en
ningún lado. Regresé aquí pues pensé que regresaría pero nada. No me importó
que destruyeras ese cacharro tecnológico: me importabas tú. Me importas. (Tú),
joder, nunca te haría daño, créeme. Jamás te fallaría. Quiero empezar algo
nuevo contigo”.
Me separé de él y caminé hacia la cocina. No debo caer, no debo caer. Si ya me hizo
una puede repetirse.
Bill— Por favor, (Tú), créeme —dijo,
siguiéndome—: no me digas que vamos a terminar porque me mato.
(Tú)— Bill… Dime tú, ¿cómo yo puedo volver
a confiar en ti sabiendo que podrías hacérmela de nuevo? —junto los labios
formando una delgada línea— Venga, no te quedes callado.
Bill—
Te enseñaré todos mis mensajes, puedes revisar mi celular; no volveré a tener
siquiera un mensaje de todas esas putas ¿sí? Dime que no vamos a terminar.
Doy media vuelta y lo miro con los brazos
cruzados.
(Tú)— No me gusta hablar de mí, pero me
gustaría que supieras que… una vez que me la hacen no vuelvo a confiar del todo
cuando perdono.
Bill— Nena, por favor… —se acerca a mí y
toma mi cara entre sus manos— Dame otra oportunidad.
Poco a poco fue acercando sus labios a los
míos, pero los apreté nuevamente. “Solo bésalo de una maldita vez, joder”,
saltó mi subconsciente.
(Tú)— No lo hagas, ¿sí? —supliqué— Te
conozco.
Bill— No haga ¿qué? ¿Esto? —roza sus labios
con los míos.
(Tú)— Estúpido… me has ocasionado tantos
problemas.
Bill— Estoy dispuesto a resolverlos todos…,
contigo —dijo y me besó.Perdonen la tardanza y... ah, sí, perdón. Ahorita voy a tardar más porque tengo exámenes y eso significa que mi cerebro no estará tan productivo respecto a la historia, pero ya tengo el siguiente capítulo preparado, es solo cuestión de tiempo para que lo suba. Gracias por leer.
Dios!
ResponderEliminarlo amé, lo juro que lo amé
tendre que esperar, pero seguro que valdra la pena
cuidate bye
heyyy se que ya ha pasado como un año jejje y espero que leas mi comentario :)
ResponderEliminardejame decirte que me gusta tu fic y me da muchisima tristeza que no la hayas continuado y enserio me gustaria que la termines seria genial pero bueno la esperanza es lo ultimo que se pierde espero la sigas
cuidate :)