(Tú)— Con cuidado, mocosos: no hagan estupideces cuando
lleguen —les dije a Bill y a Santiago.
Santiago— No lo
prometo —bromeó.
Lo miro seria.
(Tú)— Sigue de
chistoso y ya verás —entrecierro mis ojos.
Santiago tan solo
rió y se adelantó, mientras que Bill solo veía nuestra pequeña discusión y
sonreía. Finalmente llegaba la despedida. ¿Por
qué no quiero que él se vaya? Se
colocó frente a mí me abrazó de la cintura, pude ver como Santiago estaba
recargado del Volkswagen Beetle negro y sonreía burlón al vernos tan juntos y…
zalameros.
(Tú)— Voy a
confiar en ustedes, ¿eh? —lo miro.
Bill— No haremos
nada malo —prometió—; te llamare cuando lleguemos.
Santiago— ¡Vamos a
ver mujeres desnudas! —exclamó a lo lejos.
Una punzada creció
en mi estómago. Juro por la vida que si Santiago y Bill hacían eso los mataba a
ambos. “¿Estás celosa, (Tú)?”, me preguntó burlona mi subconsciente. Reacciono
y olvido lo que dice Santiago.
Bill— Obviamente
no, (Tú): no te me pongas celosa —suelta una risita.
(Tú)— Vale
—suspiro y asiento—. Con cuidado y… ya sabes lo que tienes que hacer.
Bill— Sí, no lo
olvidaré.
Me besa de manera
tierna y al terminar muerdo su labio inferior. Maldita rutina. Sonreímos y lo suelto para que se pueda ir, me
cruzo de brazos recargada del umbral de la puerta y veo como ambos entran al
auto. Se despiden de mí y yo igual, el auto arranca y se van. Suspiro.
(Tú)— Perfecto, ¿y
ahora qué carajos hago? —bufé.
Entro a la casa y
enciendo la televisión. Nada interesante. La apago y me levanto para ver qué
puedo hacer, voy a mi habitación y en mi calendario reviso fechas importantes:
nada. Suena mi celular, rápidamente voy a contestar y me fijo que es Tom. Vaya momento para llamarme.
Tom— ¿(Tú)? —dice.
(Tú)— Habla,
mocoso.
Tom— Jennifer y yo
estamos aburridos así que iremos a tu casa, ¿te parece? —pregunta.
Alzo las cejas.
(Tú)— Claro, está
perfecto: yo también estoy aburrida —bufo—. Vénganse ya.
Tom— Corriendo.
Y colgó.
De alguna forma u
otra el tono de voz de Tom junto con el de Bill… tienen cierto parecido, no sé
porque empecé a pensar en ello. Estás
loca, mujer. Bien dicen que lo improvisado es mejor, y con Tom y Jennifer
aquí sería bastante interesante. Tal vez hubiera sido mejor si Bill estuviera
aquí: así conocería a Tom y a Jennifer…, bueno, ni modo.
En lo que me
cambié de ropa, fui al baño y fui a acomodar ciertas cosas en mi cuarto —que
fueron menos de 15 minutos— Tom y Jennifer ya estaban tocando la puerta de mi
casa. No tenía idea de donde viviera Tom, o en todo caso ambos, pero llegaron
muy rápido. Seguro ya lo tenían planeado. Fui a abrir y me los encontré con la
caja de un juego de Jenga, los invité
a que entraran y comenzamos a platicar.
(Tú)— ¿Jenga? Wow
—alzo mis cejas.
Jennifer— Tom es
fan de este juego —se encoje de hombros.
Tom— A nadie le
hace daño jugar con el rey del Jenga —sonrió orgulloso—, o sea yo.
(Tú)— Claro, sigue
soñado —frunzo el ceño.
Miré el reloj y
aproximadamente eran las 7.39 pm.
Jennifer— Tom
insistió mucho en que viniéramos, no sé por qué —lo mira seria.
Tom— Eh, bueno:
estábamos aburridos —sonríe forzadamente— y… pensé en que viniéramos a verte.
Frunzo el ceño.
Algo ocultaban estos tipos, pero no iba a preguntárselos.
(Tú)— De acuerdo…
Como sea, ¿quieren cenar algo y después jugamos Jenga o… qué? Como quieran
ustedes —sonrío de lado.
Jennifer— Espero
no te molestemos con la cena —dijo tímidamente.
(Tú)— No, como
crees. Vengan: ustedes díganme que hacer. La verdad estoy muy seca de mi
cerebro como para pensar en algo.
Tom— Sopa de
macarrón —dijo.
Jennifer— Eso
requiere mucho tiempo —dice.
Tom— ¿Tacos?
(Tú)— Los tacos
están perfectos —sonrío.
*
* *
Acabados los tacos Tom, Jennifer y yo nos sentamos en el
suelo de la ‘sala’ y ahí cenamos esos deliciosos tacos mexicanos junto con algo
de cerveza. Bueno, Tom y Jennifer escogieron cerveza y yo una enorme lata de Té
Arizona sabor mango.
En todo el rato
que estuvimos cenando Jennifer nunca paró de mirar a Tom, como si este fuera a
decirme algo de importancia, mientras que el otro hacía caso omiso de las
fuertes miradas de la novia. Comenzaban a desesperarme: que ya me lo dijeran.
Como siempre: odiaba el silencio.
Di un sorbo a mi Té Arizona y fue cuando Jennifer decidió
romper el enorme silencio que había entre los tres.
Jennifer— (Tú),
Tom quiere preguntarte algo —espetó.
(Tú)— Ya era hora
de que dijeran algo: el silencio me estaba matando —bufé, quitándome pequeños
rastros de lechuga de la comisura de la boca.
Tom— No es cierto,
mocosa —sonríe.
Jennifer— ¿Le
preguntas tú o lo hago yo? —dice seria.
Miro a ambos como
si una pelota de tenis rebotara en los extremos de una cancha. Es algo serio entonces.
(Tú)— Díganlo
quien sea —ruedo los ojos.
Jennifer— Tom
quería preguntarte si e…
Tom la detiene,
suspira y me mira.
Tom— (Tú)… Mmm…
—mira a Jennifer y luego a mí— ¿Es verdad que golpearon a Bill Kaulitz? —hace
una mueca de preocupación.
Dejo la mitad de
mi taco en el plato y suspiro: él sabía que de algún modo u otro tenía una
conexión con él, pero ¿por qué tanto interés?
(Tú)— Eres la
primera persona que me lo pregunta —me encojo de hombros—, ¿de verdad quieres
saberlo?
Tom— Claro que sí.
(Tú)— Bueno, pues
sí: es cierto. Fue hace como… casi dos semanas —lo miro y su mandíbula está
tensa. Creo que lo entiendo: cualquiera quedaría en shock al ver que un gran
empresario fue golpeado—. Con la condición de que no le dirás a nadie te
contaré el resto.
Tom— Jennifer y yo
lo prometemos —dijo intrigado.
(Tú)— Fueron
algunos tipillos de los barrios bajos que lo golpearon, la policía sigue
buscándolos; despojaron a Bill de todas sus pertenencias, en fin. Me avisaron
ese día en la tarde que estaba en el hospital, fui a verlo y bueno: muy mal
quedó. Afortunadamente ya está bien y… eso es todo —sonrío—: al parecer todo
mundo tiene esa duda.
Jennifer— Si,
todos —mira a Tom.
Tom— ¿Algo más?
—inquirió.
Guardo silencio.
(Tú)— Bill… es mi
novio —murmuré.
Jennifer dejó caer
su mandíbula hacia abajo y Tom abrió sus ojos como platos. Sí, sí: ahora 5
personas saben eso.
Tom— ¿Es tu novio?
—exclamó— Dios… no puedo creerlo.
Jennifer— Es
increíble —susurró—, ¿y cuándo fue eso?
(Tú)— Tiene… días
—asiento—, pero no puedo decirles más. Lo siento.
Tom— Oh, vamos,
(Tú) —gimió.
(Tú)— Lo siento: no
puedo andar por ahí contándole a cada quien mi vida personal —frunzo el ceño.
Tom iba a decir
algo pero Jennifer tocó su mano y negó con la cabeza.
Tom— De acuerdo,
pero ¿él estaba bien?
Tuve que morderme
la lengua para no decirle: “sí, está
bien, aquí en mi casa”.
(Tú)—
Perfectamente bien —sonrío de lado y sigo comiendo mi taco—, no se preocupen
tanto —suelto una risita.
Tom— La noticia es
impactante —dijo tranquilo.
Jennifer se
levantó sin razón, tomó a Tom de la mano y dijo:
Jennifer— ¿Nos
permites un momento, (Tú)? —dijo con una sonrisa.
(Tú)— Claro,
tómense su tiempo —asentí.
Ambos salieron
afuera y cerraron la puerta mientras yo terminaba de cenar y tomar el té. Uy, una pelea seguramente. No se
escuchaba nada acá adentro más que el silencio, pero hubo un momento en el que
escuché decir a Jennifer: “estabas
decidido en decirle la noticia, pero ¿ahora se te hace chiquita?”. Abrí los
ojos como platos y luego reaccioné: ¿y sí Jennifer estaba emocionada porque
Tom me dijera que iban a ser papás?
Seguro lo de Bill no era lo que quería preguntarme y los nervios le ganaron.
Sí, lo conozco. Este tipo cambió demasiado: antes solo quería vivir la vida
loca y no saber nada de relaciones formales ni llantos o pañales. He aprendido
algo hoy: las personas pueden cambiar.
Unos veinte
minutos más tarde tocaron la puerta, abrí y ahí estaban ellos completamente
normales, sonrieron y entraron. Bueno, creo que las cosas ya se han enfriado un
poco.
(Tú)— Espero que
ya estén de ánimos para jugar algo de Jenga —sonrío.
Tom— Pufs, claro
que sí, perdedoras —dice.
Jennifer—
Quisieras.
Primero quitamos
todos los trastos de la mesa y los lavé
rápidamente, luego limpiamos la mesa de centro y ahí Tom acomodó las piezas del
Jenga; una torre de color beige estaba rodeada por nosotros mientras decidíamos
quien comenzaría primero. Al final empezaría con la primera pieza Jennifer,
luego Tom y al final yo.
Con una precisión
Jennifer quitó una pieza casi del medio y la acomodó hasta arriba, luego Tom
quitó una pieza de hasta arriba y la acomodó y así sucesivamente.
La torre estaba a
punto de caerse, pues de hasta abajo apenas y quedaban unas cuantas piezas. Era
el turno de Tom, y con mucho cuidado fue sacando una mientras Jennifer y yo lo
presionábamos.
(Tú)— ¡Ay, Dios!
¡Se te cae, Tom! —exclamé burlona.
Tom— Guarden
silencio —espetó.
Jennifer— ¡Cuidado,
Tom! —ríe.
Con suerte saca la
pieza, la pone hasta arriba y aplaude victorioso pero en ese momento la torre
cayó repentinamente. Todos nos quedamos sorprendidos y guardamos silencio un
momento para luego reír a carcajadas.
Tom— Torre puta
—bufó.
(Tú)— Al parecer
no eres el rey del Jenga —reí.
Tom— Fue una
coincidencia que la torre cayera —dijo.
Jennifer— El Jenga
no es tu fuerte.
Ella y yo seguimos
riendo ante la derrota de Tom, lo que a él no le pareció gracioso: Tom odia
perder. Entre tanta risa escuché mi celular que sonaba desde mi
habitación, fui por él y al ver el
número de Santiago me asusté un poco, me calmé y contesté.
(Tú)— ¿Perro?
—dije seria.
Solo escuché un
sonido de risas y luego entendí que no era Santiago sino Bill. Sonreí como
tonta pero la sonrisa se me borró al ver a Tom y a Jennifer acercarse a mí
queriendo saber si pasaba algo malo.
(Tú)— Hola, abuela
—dije sonriente. Tapo la bocina del celular y les digo a los otros—: hoy toca
la llamada de la abuela —guiño mi ojo.
Tom— Esa abuela
—sonríe y se va junto con Jennifer.
Salgo de la
habitación y me siento en el suelo para así ver si Tom quiere espiarme.
Bill— ¿Yo, abuela?
—dijo.
(Tú)— No te metas
con mi abuela —murmuro. Luego río—, ¿qué pasó?
Bill— Mmm, ya hice
todo lo que me dijiste —dijo— y… Santiago no deja de molestarme por lo cursi
que nos vimos hace rato —noto qué sonríe.
Río y miro al
pasillo para verificar que Tom no se acerque. Por alguna razón no quería que me
escuchara hablar con Bill, o siquiera que no supiera que le había mentido.
Bill— ¿Qué haces,
cariño?
Santiago— ¡Oh, no!
—intervino con un gemido— No empiecen, por favor: van a comenzar a asquearme
—se lamentó.
Bill— Lárgate
entonces —bufó.
Reí una vez más al
escuchar lo que decía Santiago mientras se iba; supongo que Bill y Santiago
pasarían a ser ya hermanos.
Una vez ido
Santiago me calmé y Bill suspiró largamente.
Bill— Bueno, siguiendo con nuestra plática…
¿qué haces? —preguntó curioso.
(Tú)— Justo
después de que te fuiste vinieron unos amigos; bueno, un amigo con su novia
pero ella y yo nos llevamos de maravilla. Cenamos y luego jugamos un poco de
Jenga —sonrío.
Bill— Wow, que
interesante. ¿Te digo algo bueno hasta ahora?
(Tú)—Sí.
Bill— Santiago
cocina genial —dijo.
(Tú)— ¿Verdad que
sí? Es muy bueno.
Vuelvo a dar otra
mirada al pasillo. Nada.
Bill— Bueno,
cariño, te dejo: nos vemos mañana.
(Tú)— Mmm, de
acuerdo —dije algo confundida. ¿Eso era todo? Ok, que raro era esto. No quería
que colgara tan pronto: tenía que contarme lo que estaba haciendo él—. Que
descanses.
Bill— Igual. Te quiero
mucho.
(Tú)— Yo igual.
Bill— Adiós.
(Tú)— Adiós.
Colgamos casi al
mismo tiempo, fui a dejar mi celular a mi habitación y luego regresé a donde
los chicos.
Tom— ¿Llamada
semanal? —preguntó sonriente.
(Tú)— Sí —asentí
esbozando una enorme sonrisa.
Jennifer— Al
parecer te puso muy contenta la llamada —dijo divertida.
Alzo mis cejas.
No me había dado cuenta de eso.
(Tú)— ¿De verdad?
¿Lo doy a notar mucho? —fruncí el ceño.
Jennifer— Sí,
mucho —asintió.
(Tú)— Oh… Interesante.
Espero les
haya gustado el primer oneshoot (Ella se va de casa). Gracias por leer.
ME ENCANTO Y ESTO CADA VEZ SE PONE MEJOR UN BESO
ResponderEliminarmas que genial me encanto mucho me causo riza de Tom "el rey del jenga" jajajaj
ResponderEliminarme despido cuidate mucho bye besos y abrazos
Awww Dios, me encanta.
ResponderEliminarYa quiero leer lo que sigue
sube pronto
Cuídate mucho bye
me encanto
ResponderEliminarfué muy gracioso todo ese Tom y su ego no cambia nada mi cuñando xD
bye cte:)