6 de septiembre de 2013

Capítulo 19



X— Señor Kaulitz —dijo una enfermera mientras entraba.

    Me solté de él y me levanté rápidamente de la cama, un rubor apareció en mis mejillas; Bill ignoró a la enfermera y no me quitaba la vista de encima: estaba más preocupado por lo que pasaba entre nosotros. La enfermera comenzó a hacer su rutina diaria y se detuvo minutos después; yo estaba cerca de la ventana mirando hacia la bonita vista que daba de Nueva York.
¿Qué hubiera pasado si la enfermera no llegara? Sí, nos habríamos dado un beso seguro, pero… más allá del beso ¿qué hubiera pasado en mi cabeza? ¿Tú crees que soy demasiado cobarde para este tipo de cosas?

    (Tú)— Mmm, perdón por preguntar pero ¿espera al doctor? ¿Qué van a hacer? —le pregunté a la enfermera.
   X— El doctor programó para hoy quitarle el resto de las vendas: por fin veremos como quedó —dijo ella esbozando una sonrisa.
    Bill— ¿Qué? —dijo, saliendo de sus pensamientos.

    Nos miramos. Seguramente todo esto lo hicieron a propósito para caer en los engaños de Bill y darle una oportunidad.
    No dije nada y fui a sentarme al sofá para esperar al doctor, que seguro no tardaría mucho.

    X— Tiene tiempo que no la veía a usted —comentó la enfermera.
    (Tú)— Ah…, sí, supongo —asiento.
    X— El señor Kaulitz siempre me preguntaba por usted.

    Bufo.

    (Tú)— Son indispensable para todos —sonrío con ironía.
    X— Parece que sí —afirmó.

    Necesitaba olvidarme de lo que pasó hace minutos. Miré el reloj de mi celular y me percaté de que con todo este enrollo había pasado una hora y media aproximadamente: 15 minutos más y serían las 12 del día.
    El doctor llegó con algo de prisa, se sorprendió ante mi visita y nos saludos como cualquier día.

    Doctor— Muy bien, señor Kaulitz, hemos estado checando sus avances todos estos días y notamos un buen avance así que decidimos recorrer hoy el día para quitarle las vendas y no como habíamos acordado, que era el lunes —esboza una sonrisa. Nos mira a ambos—. Veo que hay tensión entre ustedes, muchachos.
    (Tú)— ¿Qué? Ah, sí: es que esto ha sido tan… sorpresivo. Improvisado. No nos lo esperábamos —dije.
    Bill— Sí.
    Doctor— Bueno, pues empecemos —dijo alegre.

    Camino hacia Bill y este se acomodó bien. Yo miraba todo con atención: ¿quedaría bien Bill después de la reconstrucción facial? Poco a poco me estaba olvidando de lo demás y ahora me enfocaba más en el rostro de Bill. Me moría de los nervios.
    Comenzó a quitarle la primera venda con cuidado… ya comenzaba a marearme por ver como se la quitaba, después la segunda… Parecía que las vendas no tenían fin. Ya al terminar me tapé la cara con las manos y medio los abrí.

    Doctor— Muy bien, listo —dijo, examinándolo.

    Me quité las manos de la cara lentamente y lo miré. Oh, dios.

    Bill— Necesito un espejo, ¡vamos! —ordenó.

    La enfermera le entregó un espejo y se vio. Al hacerlo no dijo nada y me miró: quería que yo le dijera algo; había quedado igual, solo que un poco hinchado y con uno que otro moretón. Me sorprendí mucho: ¿cómo los doctores podían hacer… ese tipo de cosas? La nariz tenía una pequeña banda cubriendo el tabique nasal.

    Bill— (Tú) —murmuró.
    (Tú)— Pe… Perfecto —dije.
    Doctor— Tuvo suerte, señor: algunos no quedan igual —se cruzó de brazos.
    (Tú)— ¿Qué queda por hacer ahora, doctor? —lo miré.
    Doctor— Vamos a ver que tanto se recupera aunque no será tanto problema: estará aquí por 3 o 5 días más.
    Bill— ¿Más? Oh, no —dijo lamentándose.

    El doctor, la enfermera y yo reímos. Había quedado perfecto: tal y como lo conocí.

    Doctor— Procure no hacer tantos movimientos —miró a Bill e hizo un gesto con la cabeza.
    Bill— De acuerdo —asintió.
    Doctor— Bueno, pues felicidades; nosotros nos vamos —sonrió.

    Y se fueron. De nuevo nos quedamos él y yo solos. Debíamos sacar conclusiones.

    (Tú)— Ah, bueno… Has quedado bien y es lo que cuenta ¿no? Mmm, creo que debo irme…
    Bill— Tú no te vas a ningún lado —murmuró serio.
    (Tú)— ¿Quieres discutir de nuevo? —digo cansada— Celebremos que saliste bien de la reconstrucción.
    Bill— Ven —dijo.
    (Tú)— Oye, si es para que hagas de n…
    Bill— Ven, ya te dije —me interrumpió.

    Me levanto del sofá y me siento casi frente a él. ¿Por qué estaba haciéndole caso? Tenía el tiempo suficiente para salir corriendo de ahí.

    Bill— Solo escúchame: tú no eres mi boleto de salida para nada, solo quiero que me des una oportunidad. Déjame demostrarte que puedo ser diferente, como antes: puedo ser lo que tú quieras; por favor, no me dejes… Te necesito conmigo.
    (Tú)— Estamos peor que unos chamacos de 14 años —susurré.
    Bill— (Tú), estoy sintiendo cosas por ti: cosas que me asustan igual que a ti. Vamos, dame una oportunidad… y si fallo no volverás a verme: no te insistiré en ello.

    No dije nada. Necesitaba tiempo para considerarlo y retomar las ventajas y desventajas. Claro estaba: a mí no me gustaba pero, no quería dejarlo ahí solo. ¿Quién me entendía? Era toda una paradoja. No puedo decirle que no.
    Sentí sus manos en mi rostro nuevamente y yo coloqué las mías sobre las suyas, cerré mis ojos y tenía una guerra nuevamente en mi cabeza: mi maldito subconsciente no me dejaba en paz. No me dejaba pensar bien.
    De la nada asentí con la cabeza y pronuncié un sí. Fue cuando en mi interior comencé a gritarme y a regañarme. ¿Qué he hecho? Acepté por lástima: esto no es de ti (Tú). Mierda, estoy arrepintiendo de nuevo. Y… ¿por qué me siento emocionada? No quería abrir los ojos. Acaricié con mis pulgares sus manos y sentí sus labios apretarse contra los míos. Abrí los ojos espantada. ¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué no puedo dejar de besarlo? ¿Por qué mejor no le doy una cachetada y huyo de aquí? Entonces, así se sentía de bien besar a Bill Kaulitz. Intenté alejarme o no sé, pero no pude. Me dejé llevar por este idiota.
    Uno que otro chasquido llegó a escucharse; la forma de Bill al besarme era suave y dulce a la vez —odiaba decirlo, pero era la verdad—: es el beso que más me ha gustado a decir verdad. Creo que con esto Bill me compró: ahora debo estar con él forzadamente con él. Pero besa tan genial: no puedo evitar seguírselo.
    Pronto me separé de él y abrí los ojos, Bill me imitó y sonrió de oreja a oreja, yo sonríe forzadamente. No me sentía cómoda aún; ok, besaba de maravilla, pero estar con Bill obligatoriamente solo para que se sintiera mejor… es lamentable.

    (Tú)— Ah, Bill —dije algo aturdida—: el doctor dijo que no hicieras tantos movimientos —lo miré.
    Bill— Solo te besé, no pasa nada —sonrió tímidamente.
    (Tú)— Cuando besas a alguien se mueven alrededor de 50 músculos faciales —lo miré con los ojos entrecerrados.
    Bill— Interesante, ¿de dónde sacas esas cosas? —me preguntó divertido.
    (Tú)— Hay cosas que se llaman libros, lugares que se llaman escuelas: no sé. Me gusta saber datos interesantes.
    Bill— Wow —susurró.

    Hago una mueca y miro hacia otro lado: me sentía atrapada en una mentira, en algo que no era propio de mí. Me levanto y saco que mi celular de mi mochila que estaba sonando, ¿quién era? El mismísimo Santiago. Ese maldito mocoso: las pagará caro. Era un simple mensaje que decía así:

Q stas haciendo loquisha? *u*

    Escribo el mensaje y se lo envío.

Gracias a tu estupidez ahora estoy atada a Bill en una jodida mentira. Mas tarde hablaremos tu y yo seriamente .l.

    Bill— ¿Quién era? —preguntó curioso.
    (Tú)— El imbécil de Santiago —dije con una sonrisa.

    Estaba molesta con él, pero por ahora no debía pensar en las estupideces que le dijo a Bill. Lo que me tenía pensativa era si este último era mi novio. Estoy tan confundida.

    (Tú)— Por cierto, Bill… A todo esto, ¿tú y yo ahora… somos… novios? —alzo mis cejas.
    Bill— Pues… sí. ¿O no? —ríe levemente— Ya me diste la oportunidad.
    (Tú)— Ah… claro. Ya entiendo —asiento.

    Nos miramos y reímos. Entre menos se sintiera Bill como un niño que le da lástima a todos mucho mejor: si estar ‘atada’ a él lo pondría feliz y saldría de su mundo de depresión aceptaría el reto. Todo sea por ayudar a quienes lo necesitan.

    Bill— ¿Acaso nunca has tenido novio? —me preguntó.
    (Tú)— Mmm, sí.
    Bill— Entonces no debes sentirte avergonzada. Ven, ven aquí conmigo, preciosa —dijo.
    (Tú)— Ok.

    Preciosa”, fue una palabra que me provocó más escalofríos que un examen de ingreso a la universidad. Todo sea por ayudar a quienes lo necesitan… aunque sufrir sea el costo. Volví a sentarme al borde de la cama y él me abrazó fuertemente, dándome un beso en la cabeza y luego en la boca.

    Bill— ¿Ya te dije que te ves increíble vestida así? —me dijo.
    (Tú)— Sí, ya me lo dijiste. La verdad quería vestirme con algo más deportivo, pero no pude —suspiré.
    Bill— Como te vistas te verás igual de increíble.
    (Tú)— Mmm, gracias.

   Toma mis manos y besa ambas. Ay, Bill: si supieras que yo odio el romanticismo a todo lo que da; bueno, odiarlo así demasiado no pero me hostiga… mucho. Ok, ok: intentaré no ser tan seca con Bill.

    Bill— Santiago me contó que te saliste de tu trabajo.
    (Tú)— Eso fue hace tiempo, ahora ya regresé nuevamente: hoy es mi día de descanso.
    Bill— Me hubieras dicho desde antes que necesitabas trabajo: yo podría dártelo —sonrió.
   (Tú)— No, no: cómo crees. Me gusta ser independiente: de todos modos, si me hubieras ofrecido trabajo te habría mandado por un tubo —suelto una risa.
    Bill— ¡Ey! Que grosera eres —hace un puchero.

    Río.

    (Tú)— Mañana tendré que ir a ayudarle a un cocinero hacer el inventario de los alimentos —suspiro—. Odio hacer los inventarios, pero según soy la más capacitada para hacerlo.
    Bill— ¿Cocinero implica hombre o chico? —frunció el ceño.
    (Tú)— Bill, no empecemos con los celos ¿sí? —lo miré tierna.
    Bill— Lo siento, lo siento. De todos modos, mi nueva novia sabe defenderse —dijo orgulloso.

    Bill, no sigas diciendo esas cosas porque siento feo. No digo nada y solo le doy un beso en la mejilla.

    Bill— A todo esto, ¿ganaste en tu combate de aikido? Tu hermano también me lo contó.
    (Tú)— Valla: al parecer Santiago te tenía bien informado —río con ironía—. Bueno, gané: le gané a una chica que sabe más que yo. Eso fue mi pase de entrada para regresar a la escuela de aikido.
    Bill— Wow: felicidades. Espero y algún día no quieras golpearme con un palo de los que usan ustedes —dijo sonriente.
    (Tú)— No es un ‘palo’ como tú le dices, Bill: se llama Jo o bastón, y es de bambú —lo miré seria. Luego sonrío de lado.
    Bill— Como usted diga, señorita (Tú) —hace un gesto con la cabeza.

    ¿Lo has notado? En todo este rato que he estado con Bill no he dejado de sonreír ni reír y no es actuación. Puede que estar con Bill tenga sus ventajas aunque sean pocas. Miro la hora en mi celular: 1.49 pm. Mierda, ya es tarde: tendré que dejar a Bill solo. ¿No se supone que debo estar feliz? Voy a dejarlo aquí… Me coloco un audífono en la oreja izquierda y pongo en marcha el reproductor de música: suena ‘Do you want to know a secret?’’ de los Beatles, le cambio rápidamente y pasa a ‘Suéltate el pelo’ de Hombres G. Le dejo ahí. Bueno, es hora de despedirme: tengo cosas que hacer.

    (Tú)— Bueno, m… Bill, ya tengo que dejarte: debo ir a hacer algunas cosas en mi casa para mañana del trabajo, y debo limpiar también mi casa —río apenada.
    Bill— Ah —dijo triste—, de acuerdo. ¿Cuándo vendrás? —me preguntó.

    Me levanto de la cama y me arreglo el cabello; tal vez mañana vendría pero por poco tiempo. Tampoco podría decirle: “—no sé, y no me jodas: es cuando yo pueda y quiera”, ni modo, sería mañana. Ya luego vería con calma en mi día de descanso.

    (Tú)— Tal vez mañana salga a las 3, entonces… sí, mañana —me digo para mí misma. Sonrío y me acerco para besarlo rápidamente—. De todos modos, tienes mi número de celular… que por cierto, ¿de dónde lo sacaste? —lo miré ceñuda.
    Bill— Bueno… una amiga tuya… —agacha la cabeza.
    (Tú)— Sí, lo suponía: también tengo que hablar seriamente con Shannon. Bien, Bill: me voy. Me llamas por cualquier cosa, ¿de acuerdo?
    Bill— Está bien —me jala y me besa otra vez. Nos separamos y sonríe—. Te amo.

    Hago un gesto con la cabeza: si decirle “te quiero” era difícil para mí, “te amo era aún más difícil. Bill iba muy rápido: no puedo creer que sus sentimientos hacia mi fueran tan… lejos.
    Antes de salir del cuarto me despedí de él por última vez escuchando un “nos vemos mañana” de mi boca. Salí de ahí y me encaminé a la recepción donde me encontré a Shannon, que al verme sonrió emocionada, corrió hacia mí y me abrazó. Fuera de la habitación de Bill volvía a ser yo, pero adentro era la más hipócrita del mundo y mi novio lo sabía.

    Shannon— ¿Qué pasó allá adentro, mujer? Me tienes intrigada —dijo.
    (Tú)— Hoy le quitaron todas las vendas a Bill —murmuré.

    Shannon abrió sus ojos como platos y soltó un gritito de pura alegría.

    Shannon— ¿Pero qué rayos…? Joder, (Tú): dime como quedó. Vamos, vamos: dímelo —dijo.
    (Tú)— Quedó bien —dije fría.

    Ella notó el cambio en mí, se extrañó y me llevó al sofá para sentarnos. Ahora comenzaba a odiarme: no estaba contenta conmigo misma. ¿Por qué me haré las cosas tan difíciles?

    Shannon— Ok, aquí pasó algo más. Cuéntamelo todo —inquirió.
    (Tú)— Decidí ser novia de Bill Kaulitz —suspiré.

    Ella gritó de alegría y se calló de inmediato al llamar la atención de las demás personas que estaban cerca de nosotros.

    Shannon— Lo sabía, (Tú): sabía que no te resistirías, mujer. ¿Cómo y cuándo? Me mentiste: me dijiste que no te gustaba… Espera un momento —dijo, como si estuviera sacando conclusiones—: tú también le gustas a Bill. ¡Oh, Dios!
    (Tú)— Shannon: decidí ser novia de Bill por lástima —la miré seria.
    Shannon— ¿Qué? —su rostro cambió de inmediato— Pero… Ah, ya: ya entiendo. No mentiste: en serio no te gusta. Ay, (Tú): ¿pero por qué le dijiste que sí? ¿Bill se te declaró? —preguntó preocupada.
    (Tú)— Pues sí, y cuando mi amigo Santiago lo visitó el solo le dijo algo totalmente estúpido y con eso Bill se ilusionó más. Me dijo que le diera una oportunidad… y como babosa acepté. ¿Sabes? Me siento la más mentirosa de todo mundo, y Bill lo sabe: quiere tratar de enamorarme, pero dudo que pase eso —miré al suelo.
    Shannon— Santo Cristo redentor: es increíble. Pero… míralo por el lado amable: Bill se pondrá más vivo y será feliz… como tú —sonrió levemente, acariciando mi hombro.
    (Tú)— El feliz será él, porque yo no: me estoy forzando a sentir cosas que jamás sentiré por Bill, y es horrible. Jamás, jamás había hecho en mi vida algo así —murmuré furiosa.
    Shannon— Ay, (Tú): me pones triste. Lo… siento —dijo.

    Estaba al borde de las lágrimas… del coraje. Era una idiota.

    (Tú)— Necesito irme, Shannon. Mañana te veré, ¿sale? Debo hacer cosas en mi casa —sonrío forzadamente, me levanto y nos despedimos con un beso en la mejilla—. Adiós.
    Shannon— De acuerdo…

    Me fui de ahí y esperé a que el elevador se abriera.

* * *

Llegué a mi casa desganada, floja, con un bajón increíble: no tenía ganas. Aventé mi mochila, me quité mi blusa de cuadros y grité furiosa dando puñetazos a la puerta. Se siente tan repugnante: es como si hubiera dicho “sí, yo sé todo sobre el aikido” y a la hora de ponerlo en práctica fuera la peor de todas y me estuviera arrepintiendo de haberlo dicho. Me estaba volviendo loca con tanta información y sentimientos encontrados; no puedo huir de aquí porque allá en un hospital un chico —o un hombre. Ni siquiera sé su edad: ¿qué tal si ya tiene 35?— hace sus intentos de ‘conquistarme’ a través de una relación forzada. Bueno, no tan forzada porque yo acepté, pero así me siento: forzada a algo que no quería.
Dije una cantidad increíble de palabrotas, frases, maldiciones hacia todo tipo de persona… incluyendo a Bill. Esto no era justo: ¿por qué yo? Dios: si me estás castigando por haber mandado al demonio a mi padre hace años, no era enserio. Esto es demasiado, en serio. “No seas tan dramática, mocosa: acepta que a ti también te gusta pero lo niegas. Por eso me chocas, (Tú)”, me dijo mi subconsciente. Ahora no tenía tiempo para tener otra guerra mental con mi puta subconsciente, tenía que reclamarle a Santiago: hizo algo que yo jamás perdonaría. Pero… entonces ¿por qué acepté si bien pude mandarlo al carajo?
    Caí al suelo con mis brazos colgando de mis rodillas y llorando pero del coraje: esto era más difícil que competir con el maestro de aikido o hacer 10 exámenes de economía mundial o política.  Era novia de Bill Kaulitz: el antes chico viudo. Ojalá y Frances no me jale los pies por la noche porque le robé a su chico.

    (Tú)— Ay, vamos (Tú) —dije forzándome a reír. No, no podía hacerlo—: ¿qué tan malo puede ser estar con… ese estúpido, iluso, imbécil y cabrón con problemas psicológicos? —me dije a mí misma.

    Escondí la cara en mis brazos y aproximadamente 5 minutos después tocaron la puerta. Me levanté rápidamente, sequé las bochornosas lágrimas de mis mejillas, me di unas dos cachetadas en ambas mejillas, sonreí y abrí la puerta. Era Clare. Mierda, seguro escuchó mis gritos de madre dando a luz. Qué pena.

    Clare— Uh, (Tú). ¿Todo bien ahí? —me preguntó, tratando de mirar dentro de la casa.

    Sí, Clare: solo soy la novia de Bill Kaulitz forzadamente. Nada más.

    Reacciono, la miro y sonrío.

    (Tú)— Entrenaba un poco con el aikido, casual —me encojo de hombros.

   Su mirada se dirigió de repente a mis manos y se sorprendió.

    (Tú)— Ah, no te preocupes: siempre me pasa —dije, mirando mis nudillos. Por todos los cielos: estaban a punto de sangrarme—. Es para desgastar piel y hacer más fuertes los nudillos.
    Clare— Ohh, de acuerdo —asintió incrédula—. Bueno, como sea: ¿cómo está Bill? —preguntó.
    (Tú)— Ya no deberían de preguntar tanto por él ¿eh? —digo divertida— La verdad es que hoy apenas acaban de quitarle varias vendas que tenía en la cara, ya sabes, por la reconstrucción y eso —me cruzo de brazos sin dejar a notar mis nudillos casi ensangrentados—: quedó bastante bien.
    Clare— Me parece increíble: qué bueno que ya se está recuperando —sonrió aliviada—. ¿Más tarde me contarás el resto? —me miró intrigada.
    (Tú)— ¿Skype? —dije.
    Clare Claro y por supuesto que sí, loca. ¡Nos vemos! —dijo y se fue alejando.
    (Tú)— Sí, claro… loca yo —me dije a mí misma.

    Entré y cerré la puerta en donde me dejé caer lentamente lanzando un gran suspiro de alivio. Supongo que Bill tenía razón en algo: no medía mi fuerza.

* * *

Justo sonó mi celular a las 8.23 pm. Deseé con todas mis fuerzas que no hubiera sido pero al ver el número desconocido decidí rendirme: era Bill. Dejé mi plato a un lado y di un sorbo enorme de agua simple, suspire lista para fingir una vez más y contesté.

    (Tú)— Habla (Tú) —dije tranquila.
    Bill— (Tú), hola cariño —dijo Bill con un ligero todo de emoción en su voz.
    (Tú)— Bill, hola —sonreí forzadamente—. ¿Pasa algo? —fruncí el ceño.
    Bill— No, no pasa nada. Solo quería hablar contigo —dijo zalamero—, ¿qué haces?
    (Tú)— Ah, bueno… estaba terminando de cenar… —tomo la cuchara y comienzo a dibujar figuras en la mesa.
    Bill— ¿De verdad? Oh, lo siento ¿te interrumpí? Si quieres te llamo en un momento y a…

    Me doy un golpe en la frente con mi mano libre y niego con la cabeza. Sabía perfectamente que él no iba a hacer eso.

    (Tú)— No, no, descuida. Ya terminé —dije—. ¿De qué quieres hablar, c… Bill? —le pregunté.

    La palabra cariño me era tan difícil de pronunciar: todo me estaba costando trabajo. No sé como Bill podía decirme así a la ligera.

    Bill— Bueno, antes que nada… Mmm, no quiero parecer tan hostigoso, pero quiero que escuches una canción ¿sí?
    (Tú)— Claro, la que sea. Dime el nombre y el artista —dije tranquila.
    Bill— Se llama ‘Do you want to know a secret?’ de los Beatles —noto que sonríe.
    (Tú)— ¿Sabes? Estoy comenzando a sospechar que tú eras quien mandaba a esos tipos a darme notas —dije incrédula.
    Bill— Soy inocente de toda culpa —dijo, soltando una risita.
     (Tú)— Mmm, de acuerdo.

    Coloqué el reproductor en mi celular y escuché toda la canción. Todo este maldito tiempo tuve esta canción, la escuché miles de veces y hasta ahora le tomé sentido. Dejé el teléfono a un lado, me levanté de la silla y me jalé los cabellos repetidas veces (*Nota: si deseas escuchar la canción y leer la letra en español puedes hacerlo*). Regresé y puse una sonrisa.

    (Tú)— Ah, bueno… Es una canción bonita —hago un mohín, recojo los trastos y los pongo en el fregadero.
   Bill— ¿En serio? La verdad es que tenía otras opciones, pero opté por esta: Frances era beatlemaniaca.

    No digo nada y miro el teléfono. Lo siento Frances, pero Bill tendrá que evitar mencionarte. Comienzo a lavar los trastos y al terminar no hay ruido del otro lado de la línea. Frunzo el ceño, me seco las manos y reviso el teléfono: la llamada sigue corriendo.

    Bill— ¿(Tú), sigues ahí? —espetó.
    (Tú)— Joder —pensé—. Eh, sí… aquí sigo.
    Bill— Oh, pensé que me habías dejado colgado… de nuevo —susurró.

    Sonrío. Me hubiera encantado hacerlo.

    (Tú)— No, como crees —suelto una risita. Camino hacia la habitación y dejo el teléfono en el tocador—. Pero me encantaría —farfullé.
    Bill— ¿Qué dijiste? —preguntó.
    (Tú)— Que me encantaría tener un buen té Arizona ahora mismo —dije.
    Bill— Eres un adicta a esas bebidas —noto como sonríe.
    (Tú)— Sí. De hecho, en algún lado… tengo todas las latas con todos sus diseños: me gustan —saco algo de ropa del clóset y la dejo colgada en una silla.
    Bill— Wow. Tienes aficiones raras —dijo—, por cierto… ya que somos ‘novios’ ahora debemos conocernos más: yo no sé nada de ti y tú sabes más de mí que mi madre.

    Me detengo en lo que estaba haciendo y niego con la cabeza.

    (Tú)— Algún día. Por cierto, ¿te ha dicho algo el doctor? Debo estar pendiente para cuando salgas.
    Bill— ¿Ah? Ah, sí… Bueno, solo sabe decir que voy mejorando de manera efectiva y ya. La verdad es que ya quiero salir de esta habitación, y de este hospital —bufa.
    (Tú)— Solo serán 2 o 3 días más y listo.
    Bill— Ya lo sé, pero serán 2 o 3 días de tener que estar aguantando a chicas enfermeras que quieren tener mi atención y eso me frustra. Quiero decir, ya tengo novia, y solo debo prestarle atención a ella ¿no?

    Río.

    (Tú)— ¿Te refieres a lindas chicas enfermeras? —le pregunté.
    Bill— Exacto, pero para mí están feas —dijo.
    (Tú)— ¿Y apenas me vienes diciendo que unas “lindas” chicas enfermeras te coquetean? Ojalá y no me las encuentre porque sino mi señor amigo Jo de bambú va a querer tener una charla corta con todas ellas —digo con ironía.
    Bill— ¿Harías eso por mí? Wow.

    Luego reaccioné por lo que dije: “¿Y apenas me vienes diciendo que unas “lindas” chicas enfermeras te coquetean? Ojalá y no me las encuentre porque sino mi señor amigo bastón de bambú va a querer tener una charla corta con todas ellas”, actué como una auténtica chica celosa. Y no fue actuado tampoco, solo salió de mi boca. Mide tus palabras: no hables por hablar. Sí, sí: lo que dije fue extraño.

    (Tú)— Bueno, eres mi novio y aunque no soy tan celosa… tengo mis límites. Por ahí un conocido dice: “no soy celoso pero tampoco idiota”.
    Bill— Tienes razón. ¿Serías capaz de golpearlas a todas? —preguntó sorprendido.
    (Tú)— ¿Y por qué no? Al final ellas mismas sabrían como saturarse heridas y demás —sonrío para mí misma.

    Solo logré escuchar una risita por parte de Bill y ya acomodado todo para irme lista a trabajar mañana tenía que despedirme de Bill. Gracias al cielo.

    (Tú)— Bueno, Bill… ya tengo que irme. Perdón, pero mañana tengo que entrar temprano y hacer muchas cosas, y hacer cálculos para al inventario, en fin… Será un día de arduo trabajo —suspiro.
    Bill— No hay problema. ¿Mañana vendrás como acordamos, verdad?
    (Tú)— Mmm, tarde pero iré a verte ¿ok? Tú tranquilo —asiento para mí misma.
    Bill— De acuerdo. Nos vemos mañana, adiós. Te quiero mucho, mucho.

    La llamada termina y me quedo pensativa. Ha cambiado la frase ‘te amo’ por una más leve pero aún así muy comprometedora.

    (Tú)— Aún me siento incómoda con esto —chillé.









Gracias por leer y… sinceramente estoy reconsiderando dejar esta historia nuevamente –lo siento- porque esto del blog se me está saliendo de control. Si ven el capítulo que bien, y sino… pues ya. Quien logre verlo ¡perfecto! Gracias por el apoyo.
 

5 comentarios:

  1. ay no a mi me encanta la historia y espero que tengas paciencia yo te entiendo creeme un beso

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  2. No dejes el blog! Yo no escribo hace un tiempo y estoy bien con mis 2! blogs, :) tranquila vas a un buen ritmo! haha me encanto la conversacion del palo de bambú y las enfermeras...Hay claro qeu lo amooo!!
    :)
    Saludos serxis!

    :*

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  3. awww asta me comió mi emoción ok ya pero bueno me encanto demaciado esepero que no empeore las cosas uff pero bueno me despido cuidate mucho bye besos ^.^b

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  4. Noooo!!!!!!!!!!!!! no lo dejes así :(
    De verdad que es genial lo que escribes, continua por favor
    Me encanto es que awww es tan fantástico
    Cuídate mucho bye

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Gracias por comentar(: