2 de julio de 2013

Capítulo 2

Mmm, no sé que decir. Mmm... bueno, primero lean el capítulo y al terminar os diré lo demás xd.

•Narra Bill:
Abro mis ojos. Ok, ésta no es mi casa. Éste no es mi sofá. ¿Dónde estoy? Carajo, ¿en dónde estoy? Me levanto algo desorbitado, agarrándome fuertemente del brazo del sofá color beige.
    Antes de dar el primer paso escucho una voz diciéndome “— ¿A dónde vas tú?—“. Joder. Me detengo y la miro. ¿Desde qué tiempo estuvo observándome? ¿Y cómo es que llegué hasta acá? Sólo recuerdo que salí de casa y me encontré a esos matones. Por ir a buscar putas, Bill: tu conciencia moral tenía razón. Odio darle la razón a mi maldito subconsciente.
Admito que la chica que era linda: ojos lindos, buena figura, linda cara… Pero no era mi preciosa Frances. Frunzo el ceño. Puedo jurar que hicimos una conexión, no sé de qué tipo, pero lo hicimos.
    Reacciono. Tú solo amas a Frances, estúpido.

    Bill— ¿Quién eres? —miré fijamente a la chica.
    (Tú)— No, ¿tú quién eres? —replicó.

•Narra (Tú):

Ahora él me iba a interrogar a mí. ¡Ja! Que gracioso. Oh bueno, tal vez los dos debemos interrogarnos: él por amanecer en la casa de una desconocida y yo por traerlo sin ser siquiera mi derecho ni mi obligación. Pero, joder, que hermoso se veía el chico rubio desconocido: su desfachatez me ha enamorado. Su cabello alborotado, su ropa arrugada… (Tú), deja de pensar esas cosas; tú no eres así.
    Aparte de eso…, noté mucha tristeza en él: no por cualquier cosa alguien se emborracha. Y a él se le veía que la borrachera la traía desde hace días…, semanas. Meses. Yo que sé. Fue la única cosa que no me gustó de él.
    Seguimos mirándonos. Nos decíamos muchas cosas con la mirada, pero apenas y podía entenderle. Ok, debía romper la tensión. Y era ya.

    (Tú)— De acuerdo —dije, soltando un suspiro—: soy (Tú nombre completo) —sonrío. Me acerco lentamente a él para estrechar nuestras manos.
    Bill— Mi nombre es Bill Kaulitz Trümper —dijo incrédulo y después añadió—: un gusto.

    Su mirada era de desconfianza. Yo en cambio siempre sonreía.

    Bill— Ahora sí, “(Tú)”: ¿puedes decirme cómo es que llegué hasta acá? —me miró fríamente.
    (Tú)— ¿No lo recuerdas? —pregunté irónicamente— Oh, perdón. Estabas tan borracho que ni siquiera recuerdas que casi mueres por cuatro tipos —solté una risita.

    Su  cara de tensó. Oh, oh. Se molestó. Sólo había dicho la verdad: él estaba casi inconsciente. Mierda.
Comenzó a intimidarme demasiado con esa mirada, con esos ojos marrones preciosos, que dejé de sonreír y opté por hacerme la seria. Aunque eso no iba conmigo, puesto que siempre había que sonreír para todo, a veces había ciertas excepciones. ¡Deja de mirarme así, Kaulitz!

    (Tú)— Oh, eh… Lo siento: yo no... —dije entre tartamudeos, mientras mis mejillas comenzaban a tomar un ligero tono rosa. Maldita sea— No quise decirlo de esa manera, pero… Es la verdad.

    Su mirada me decía otra cosa: le daba gracia mi actitud, le siguió molestando lo que dije, estaba aún confundido por amanecer aquí.

    Bill— Descuida: he escuchado cosas peores —dijo lascivamente.
    (Tú)— Oh…

    Silencio incómodo.

    (Tú)— Si quieres puedes desayunar aquí y luego irte: ya he preparado algo de desayunar —sonreí levemente.
    Bill— Gracias, pero no. Debo irme ya a casa —murmuró.
    (Tú)— Debes desayunar: y más con esa resaca que llevas puesta —dije, y cinco segundos después de reaccionar me tapo la boca con ambas manos.

    Joder, ¡quita esa mirada que me incomoda!

    Bill— Claro: si eso te hace bien. Vamos —dijo.



* * *

Silencio. Hay mucho silencio y no lo soporto. Se supone que ahora debería estar platicando con Kaulitz: contándonos nuestras vidas, si tenemos pareja o yo que sé, pero no… Solo hay silencio. Comienzo a desesperarme. Hemos estado así durante casi media hora: no ha pronunciado ni una sola palabra. Miro el reloj que está junto al refrigerador: son las 9:35 am. Kaulitz luce perdido, apagado, algo idiotizado. ¿Será que le afecté un poco y se sienta secuestrado? Deberías contarle tu versión de la historia (Tú).
    Suelto de sopetón la cuchara, él se extraña, me mira y digo:

    (Tú)— Ok, suficiente: he estado esperando a que me digas algo… Una palabra, una letra. Nada. No dices nada —dije frustrada.

Bill sólo me miró. Luego siguió comiendo.

    (Tú)— ¿Ves? No dices nada. Se supone que deberías contarme de dónde eres, por qué estabas tan borracho y por estos rumbos —fruncí el ceño.
    Bill— ¿Eso debería importarte? —dijo cortante.
    (Tú)— Pues sí, debería ir a dejarte hasta tu casa: ni siquiera sabes en dónde estás —bufé.
    Bill— Claro que sé —gruñó.
    (Tú)— ¿Ah, sí? —sonreí irónica— ¿Y en dónde estás? —le pregunté.
    Bill— Eh, bueno… Yo… —guarda silencio.

    ¡Ja! Me gustaba tener la razón, claro, cuando la tuviera. Bill ni sabía dónde estaba. La borrachera sí que estuvo buena, ¿eh?
Seguimos comiendo, tenía que interrogarlo. ¿Y sí vive por los barrios para ricos? Puede ser una opción, pero lo dudo. Con preguntas simples le sacaría información rápidamente. No, no para acosarlo después de que no volviéramos a vernos. No soy tan loca.

    Bill— ¿Sabes en dónde estoy, (Tú)? —preguntó.
    (Tú)— Bien, estás en los barrios donde abundan maleantes y gente de segunda clase, Bill: calles 46 y 34 —dije irónica.
   Bill— Caray: tan perdido estuve —susurró—. ¡Demonios! Mi esposa debe estar esperándome —dijo, asustado.

    ¿Él tiene esposa? Wow. Creo que estaba  muy joven como para tener una esposa, pero en fin: cada quién. Estuvo a punto de levantarse pero se detuvo de manera rápidamente: su mirada se perdió en la nada, miraba a un punto fijo. Volvió a llamar a Frances en un susurro.

•Narra Bill:
Frances no estaba aquí, pero sí estaba esa niña frustrante. Comenzó a preguntarme cosas, que no entendí y que la verdad ni quería escuchar. Me recordó mucho a Frances: su forma de hablar, su forma de vestir y de peinar. Me recordaba a ella: era ella. No, no Bill: ella se llama (Tú) y te cae mal por hacer preguntas sin razón aparente.
    Recordé que ella no estaba aquí una y mil veces. Y estuve a punto de llorar, pero me aguanté esas ganas terribles: esa mocosa no podía verme débil. Seguramente solo por ser gente de segunda clase pensaba saber mi tragedia, burlarse de mí y llamarme “maricón” o “debilucho”.
Tenía que irme ya de aquí. Pero ella y sus insistencias de desayunar. ¡Va! ¿A quién engaño? Moría de hambre: llevaba casi una semana, una jodida semana sin comer algo. Maldito alcohol.

    Bill— ¿Quieres dejar de preguntarme cosas estúpidas? —la miré molesto. Esta niña sí que era muy preguntona.
    (Tú)— De acuerdo… lo siento ­—dijo ella entre susurros.

    Joder, esa mirada. Esa mirada causó muchas sensaciones en mí. Jamás me había comportado así con alguien. Esa mocosa tenía algo: me hacía actuar de forma diferente.




Bueno, antes que nada.. ¿Gracias? Jajaja. Cuando ví los seguidores hace unos minutos y los comentarios.. Se me salieron unas cuantas palabrotas no aptas para su vista y oídos xd. En fin, ¿gracias por unirse y comentar en el primer capítulo? e.e Jaja no sé, me emocioné un poco :$. De echo, pensé que ni leerían el aviso, bla, bla. GRACIAS, GUAPETONAS. Mmm, son 6 o 7 seguidores en este blog, así que.. espero que sigan creciendo xD.
¡Nos vemos! c: 

4 comentarios:

  1. Fanny me recomendo tu fic y me parece interesante espero el siguiente capitulo

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  2. Me quedé bien ansiosa por leer más, la verdad me parece que esta genial, así de ¡wow!
    Awww y ese Bill jaja :D me encanta
    Sube pronto
    Cuídate.

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  3. bueno fanny me lo recomendo pero y tu historia se ve interesante
    bueno sube pronto
    ese bill se perdio y le cayo mal a (TN) jajajaj que mala onda
    cuidate mucho bye besos

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  4. hola jaaj sabese gusto mucho tu fic y me alegro q le sigas no como io q ya no doy para mas es q se perdio mi compu y nada mas puedo desd cel pero ya me las arreglaré siguele con la fic esta genial

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Gracias por comentar(: