•Narra (Tú):
Mierda. Bill
Kaulitz, eres un gran idiota. Aproximadamente me tardé 10 minutos en
bañarme y arreglarme; creo que ni me peine. ¡Estaba temblando! Jamás me había
sentido tan preocupada, histérica ni mucho menos al borde de la desesperación
por alguien. Santiago en todo momento me apoyaba, pero no servían de nada sus
palabras: solo quería saber el estado de Bill, cómo pasó su accidente, cuándo,
motivo, causa, circunstancia. Joder. ¿Puedes notar lo desesperada e impotente
que estoy?
Durante
el camino me mordía las uñas, lloriqueaba una que otra vez, me jalaba los
cabellos, hacia todo. No podía tranquilizarme. De solo imaginarme a Bill en la
camilla esa, fría… y el inconsciente, sedado. Maldición. Pero justamente ahora tenías que salir con tus estupideces, Kaulitz.
¿No pudiste ser más cuidadoso? Oh, pero cuando despiertes… Al llegar al
hospital no me tomé la molestia de esperar a Santiago, casi corrí a la entrada.
Había demasiada gente, luces, sirenas de ambulancias que me hacían enloquecer
más. Santiago logró alcanzarme y nos metimos un elevador. Me pareció sumamente
eterno el camino.
Llegamos
al vestíbulo, miré a todos lados y localicé la recepción. Caminé rápidamente y
pregunté por Bill Kaulitz. La pu… condenada enfermera tardó mucho para decirme
algo de información sobre él, pero al final lo hizo: me estaban buscando y que
él está en terapia intensiva. ¡Ah!
Carajo: ¡¿cómo pudo pasar esto?!
(Tú)— Me
voy a volver loca, me voy a volver loca —murmuré.
Santiago—
Tranquila, mujer: me desesperas más a mí —dijo.
(Tú)—
Carajo. Por Dios, Santiago: ¿qué estupidez habrá hecho ese tipo para llegar
acá? No, no —caigo sentada en el sofá y pongo mis manos en mi cara.
Santiago—
Y el doctor no viene, ¡nadie viene! —exclamó.
Me
sentía… mal. Muy mal. Cuando me hablaron para avisarme me sentí cayendo a un
precipicio: algo en mi… se detuvo. No lo pude creer. ¡Y no me han dicho todo
con claridad! Maldita sea. Necesito información YA.
Tan desesperada e impotente estaba que hasta me
puse a llorar, pero Santiago no lo notó. Pensé que no me importaría nada de lo
que le pasara… pero acá estoy, muriéndome de la preocupación. Fue cuando
Santiago se sentó a mi lado y notó mis lágrimas. Mis ojos escocían.
Santiago—
Con todo y trauma que te causo sigue importándote —dijo.
Quito
bruscamente las manos de mi cara y sorbo por la nariz.
(Tú)— Es
que Santiago, no puedo evitarlo: ¿sabes cómo me siento ahora? Me siento de la
mierda. Si algo le pasa a ese estúpido, yo… no sé. No quiero que otro conocido
aunque me haya tratado horrible le pase algo: me mato o no sé. No más muertos
para mí, no más depresión ni citas al psiquiatra: ya tuve suficiente con mi
abuelo, mi mamá y mis hermanos. No más, ¿ok? —murmuro.
Esta no
es la (Tú) que conocía. ¿Qué rayos estaba haciendo Bill Kaulitz en mí? Jamás me
había sentido tan así… ¿destrozada? Sí, podríamos llamarle así. Mis manos
temblaban de manera increíble, mis ojos estaban totalmente rojos. Ah, por todos
los cielos. Tírenme un puto balazo.
Lo que
más estaba odiando de mí era que no podía ser optimista ahora. Se supone que
debería pensar cosas positivas como: “oh, sí: él es todo un machote y se va a
recuperar”, “después de la tormenta viene la calma”, “va a recuperarse pronto,
lo sé”. No. Temía que le pasara lo peor. ¿Y
si tuvo su crisis? No, si me llego a enterar que fue eso… Lo mato.
¡Ya! Ya
no sé en qué carajos pensar. Estoy perdida.
Santiago—
Ya, vamos: tranquila. Este tío se pondrá bien, ya verás —me dijo.
(Tú)—
Ojalá…, porque sino… —suspiro— Ok, venga: mente y actitud positiva. Vamos, (Tú)
—me digo a mí misma.
Santiago—
¿Cómo crees que pudo haber tenido ese accidente? —dijo de repente.
(Tú)— No
lo sé, y ni quiero saberlo —niego con la cabeza.
Santiago
ya no dijo nada. Vi a un policía acercarse a nosotros; me limpié la nariz con
la manga de mi sudadera —asqueroso, pero no tenía un pañuelo— y me levanté del
sofá para saludar al policía. Él me preguntó si era (Tu nombre completo), lo
confirmé y me llevó a un lugar donde no hubiera tanta gente. Santiago tuvo que
quedarse por si llegaban a decir algo de Bill.
Entramos
a un cubículo pequeño. Ahí estaba otro policía… y Clare: la vecina de enfrente.
¿Qué hacía él aquí? Estaba confundida. Saludé al otro policía y comenzó la
reconstrucción de hechos.
X— Aquí
la señorita Mei dice que es testigo del atentado que sufrió el señor Kaulitz.
Por favor señorita, explique su versión.
Me senté
en una silla a lado de Clare más confundida que nada. Entonces… fue cerca de mi casa donde… Oh, no.
Clare—
Bueno, (Tú): cuando saliste con Santiago a su casa nos saludamos ¿no? Entonces
una media hora más tarde, mientras iba de regreso a mi casa —porque había
comprado algo en el supermercado— me encontré con Bill… digo, el señor Kaulitz
con un disco EP y otra cosa que no recuerdo sinceramente… estábamos a una
cuadra o media cuadra de distancia y fue cuando vi que 4 tipos lo rodearon: son
los que viven en los barrios alejados de donde vivimos nosotros. Uno de trenzas
le quitó el EP y el otro objeto y los tiró, otro tipo de gorra lo aventó contra
otro tipo y así; el señor Kaulitz quiso defenderse pero fue peor: el de la
gorra sacó una manopla y lo golpeó seco en la cara, el otro cayó y ahí
aprovecharon todos. Se le aventaron a puñetazos, a patadas y así. Yo por la
sorpresa no supe cómo reaccionar; mi papá alcanzó a ver la escena y llamó
inmediatamente a la policía y a la ambulancia. Yo corrí hacia el señor Kaulitz
y… —se estremece— fue traumático verlo. El EP y el otro objeto ya no estaban.
Fueron los tipos con los que me topé la otra
vez recién que conocí a Bill. Cierro los ojos y luego los abro. Esos malditos… Lograron hacer su
cometido. Mis manos volvieron a temblar debido al enojo, frustración… muchos
sentimientos encontrados.
(Tú)—
¿Cómo… carajos no me avisaron? ¿Se esperaron toda la tarde? —dije algo
exasperada.
Clare— Lo
siento, pero yo no pude intervenir ahí. Supuestamente marcarían a sus
familiares o amigos; ya no supe más —dijo.
(Tú)—
¡Ah! —grité.
Clare—
(T...) Oye, (Tú): lo siento.
Respiro profundamente, miro al policía y
digo:
(Tú)—
Necesito ver al doctor y preguntarle el estado de Bill Kaulitz. ¿¡Acaso no
notan la desesperación que tengo?!
—exclamaste.
X—
Cálmese señorita: los doctores están haciendo lo posible por salvarle la vida
al señor Kaulitz; nosotros estamos al tanto con la búsqueda de los cuatro
responsables de esto —dijo seriamente.
(Tú)—
Tengo que ver al doctor. Con permiso.
Salgo del
cubículo con rapidez y justo al llegar a la sala de espera me encuentro con
Santiago y el doctor. Gracias al cielo.
X—
¿Señorita, (Tu primer apellido)? —me miró.
(Tú)—
Doctor, ya he tenido suficiente con la llamada de hace rato. Necesito saber
algo de Bill YA —digo impaciente.
X— Ya lo
platiqué con su amigo: el señor Kaulitz tuvo una fuerte golpiza. La cara le
quedó destrozada; tiene grandes hematomas en su cuerpo, lo apuñalaron en
diversas partes del cuerpo pero no alcanzaron a dañar algún órgano importante
—dijo con seriedad.
(Tú)— Oh,
Dios.
Por un
momento pensé que iba a desmayarme, pero Santiago me detuvo con sus brazos.
¿Qué clase de momento estaba viviendo? Me incorporé. Necesitaba verlo.
(Tú)—
Tengo que verlo. Doctor, tengo que verlo. Carajo —dije.
X— Por el
momento no puede, señorita: está en terapia intensiva.
(Tú)—
¡Por Dios! —exclamé. Estaba explotando, literalmente— Doctor: ese tipo que está
en terapia intensiva no tiene a nadie que le apoye, ni siquiera su p… madre.
Solo estoy yo y mi amigo. NECESITO VERLO YA. ¿Es tan difícil entenderlo?
—murmuré devastada.
El doctor
al ver mi reacción lo consideró un momento.
X— O… Ok,
está bien: pero que sea rápido. Nadie puede estar ahí —dijo.
(Tú)—
Demonios, gracias.
El doctor
me dirigió a la zona de terapia intensiva no sin antes cubrirme totalmente de
pies a cabeza para evitar algún contagio
o algo parecido. Una parte de mí no quería entrar pero otra parte me ordenaba
hacerlo.
El
momento llegó.
El doctor
me abrió la puerta y casi morí. Mi reacción al ver a un Bill Kaulitz casi
desfallecido en esa cama fue… abrumadora. ¿Quién era esa persona? No la
reconocí, y tardé en reconocerla. Casi grité del shock y susto. Menos mal que no puedo ver su cara.
Apenas y pude verle los brazos: estaban totalmente blancos, con grandes
moretones, arañazos y uno que otro corte. La cara la tenía vendada a excepción
de los ojos y la boca. No era el Bill Kaulitz que conocí.
X—
Tuvimos que hacerle una reconstrucción urgente: la nariz y el pómulo derecho quedaron
hechos trizas —dijo.
(Tú)—
¿Qué tiempo estará aquí? —dije con mi voz temblando.
X— El
tiempo que requiera el paciente: dados los casos duran 1 semana o escasos días.
Tenga fe en que se va a recuperar —asintió para sí mismo.
(Tú)—
¿Seguro que no quedó dañado ningún órgano? —lo miro.
X—
Completamente seguro. Bueno, ya lo vio: ahora necesito que se retire. La
mantendré al tanto allá afuera. Y señorita, no se preocupe: está en buenas
manos —me miró.
(Tú)—
Claro, claro.
Salimos
de ese cuarto. Claro, eso dicen todos los
doctores: “está en buenas manos”, y siempre mienten. Me quitó toda la ropa especial
y salgo de la zona de terapia intensiva. Es increíble que haya visto a Bill
Kaulitz hecho una mierda. No podré soportar verlo cuando lo saquen de esa zona…
y ver como quedó después de esa reconstrucción facial.
Quedo
sola en un pasillo y caigo ahí sentada. Debía asimilar la situación: Bill
Kaulitz golpeado por 4 malandros con manoplas, puños y patadas. Mis manos aún
temblaban. No, no tomaría venganza: los policías se harían cargo de eso, pero
yo encantada de hacerlos pagar por lo que le hicieron a Bill Kaulitz. Mierda: parece que estoy… Ya sé que no
debería preocuparme tanto, pero… me importa mucho ese tipo.
“Jamás te dejaré
en paz. Te necesito”,
recordé lo último que me dijo Bill ayer. No puedo creer que todo haya pasado en
solo un día. ¿Él sería el que andaba
detrás de mí con sus notas extrañas? ¿De qué sería el EP y la otra cosa
extraña? Él sí estaba dispuesto a rogar mi perdón… y yo como tonta
ignorándolo. No, no vamos a pensar en “si le hubiera hecho caso”. Pensó que me encontraría en casa y que con el EP y
lo otro ganaría algo de mí. ¡Ay, Bill! Me levanto del suelo y camino hacia la
sala de espera. Santiago está ahí sentando en el sofá esperándome, con sus codos
deteniendo su cara. Él también está preocupado. Me mira y se levanta para
abrazarme.
(Tú)— Está hecho una mierda —dije entro
lloriqueos.
Santiago— No puedo creerlo. ¿Pudiste verlo
entero? —me preguntó, llevándome al sofá.
(Tú)— No, pero vi… sus brazos: tienen
moretones y… cortadas y… parece que ya está muerto —murmuro.
Santiago— Oh, joder: esos hijos de puta lo
acabaron —dijo molesto.
(Tú)— El doctor me dijo que tuvieron que
hacerle una reconstrucción facial de urgencia: su nariz y pómulo derecho…
quedaron hechos mierda.
Santiago— Carajo. Esto está mal: ojalá
atrapen a esos malditos.
Asiento. Debía cambiar el tema ya; Santiago
no estaría aquí toda la noche conmigo.
(Tú)—
Mañana es lunes, mejor ya vete: entras temprano al restaurante —lo miro y me
limpio con la manga de la sudadera las lágrimas y la nariz.
Santiago— ¿Piensas quedarte aquí toda la
noche? —alzó sus cejas.
(Tú)— Debo: ahora él es mi responsabilidad
—suspiro.
Santiago— Está bien: sé que de alguna forma
u otra llegaste a tenerle cariño y te preocupas por él. Si algo pasa, tú solo
llámame y yo vengo en seguida ¿ok? No siempre vas a estar con esa ropa —sonríe.
(Tú)— Ay, perro: gracias. Eres grande. Ya
vete.
Santiago— Suerte; y ya tranquila: jamás te
había visto así, y me alarma un poco —dice y me besa la frente.
(Tú)— Cállate.
Santiago— Nos vemos luego ¿sí? Adiós.
Me abraza fuertemente y se va. Pues sí:
ahora Bill era mi responsabilidad y era la única que podía ver por él. ¿Es que
su madre no le importa un poco lo que le pase a su hijo? Es increíble. Solo yo…
solo yo aquí en este puto hospital.
Miro
a toda la gente que pasa cerca de mí y a la gente que está esperando
información acerca de sus familiares: están pasando por lo mismo que yo. Es
triste ver a gente así: se siente horrible.
Traje en una mochila mi celular y audífonos
para pasar el rato. Me coloqué los audífonos y comencé a escuchar ‘Canon’ en Re de Johan Pachelbel. Al parecer planeaba matarme emocionalmente
con esas canciones.
*
* *
Después
de haber cenado solamente café y unos submarinos de fresa estaba por pasar casi
toda la noche sin dormir. Eran aproximadamente las 10.30 pm; ya no había mucha
gente, solo la que se iba a quedar para cuidar a sus familiares y algunas
enfermeras y doctores. En algunas ocasiones miré a algunos doctores y
enfermeras correr a la zona de terapia intensiva, y me alarmaba pero al final
decidí pensar en que Bill estaría bien y listo.
Sonaba ‘Hey
Jude’ de los Beatles. Una chica de al parecer 21 o 23 años estaba sentada
junto a mí con un chico. Bueno, al parecer no soy la única chica aquí. Mientras
escuchaba a los Beatles no dejaba de pensar en Bill. Condenado Dios: lo hiciste a propósito. Tú lo pusiste ahí, en mi camino.
¿Ves lo que tengo que hacer ahora? Bufo.
Una voz interrumpió mis pensamientos.
X— Hola chica —dijo.
(Tú)— Mmm, ¿hola? —lo miro y era la chica
junto a mí.
X— ¿Cuál es tu nombre? —me preguntó.
(Tú)— Soy… Jessie, ¿y tú? —dije.
X— Me llamo Shannon —sonrió levemente—.
¿Estás aquí por cambio de turno?
Esa pregunta no la había entendido mucho.
(Tú)— Ah, ¿te referiste a sí ocupé el lugar
de otra persona? No: yo sola vengo a cuidar de alguien —me encojo de hombros.
Shannon— ¿Tú sola? —me dijo ella
sorprendida— No puedo creerlo. ¿Y cómo le vas a hacer? —susurró.
(Tú)— No lo sé, pero nadie más lo hará más
que yo —asiento.
Shannon— Wow. ¿Y a quién cuidas: a un
familiar o…?
(Tú)— Ah… Bueno, vengo a cuidar a… un amigo
Sí, eso.
Shannon— Que raro. Yo estoy aquí por mi
tía. Sufrió un accidente automovilístico —agacha la cabeza.
No digo nada.
Shannon— ¿Puedo saber que le pasó a tu
amigo? —me miró seria.
(Tú)— 4 tipos lo asaltaron, él quiso
defenderse pero los otros se molestaron y lo golpearon a muerte. Está en
terapia intensiva.
Shannon— Oh… lo siento. Lo siento mucho
—murmuró.
Recordar lo de Bill me sacaba unas cuantas
lágrimas. Respiro hondo y me tranquilizo.
Shannon— Todo estará bien: yo no pierdo la
fe en que mi tía se ponga bien —sonrió.
(Tú)— Yo estoy haciendo lo posible en
pensar eso —digo.
Shannon— Tranquila.
Guardamos silencio. Nuestra conversación
había terminado ahí.
*
* *
Dormí…
incómoda. Pensé que aguantaría estar despierta, pero no pude. Me dormí mal
acomodada, incómoda en ese sofá: Shannon durmió igual. ¿Qué querías? ¿Dormir en una cama cómoda, (Tú)? Desperté
aproximadamente a las 8 de la mañana. Ya había mucho movimiento entre doctores,
enfermeras y paramédicos. No dejé de ver a gente entrando en camillas o a
mujeres embarazadas a punto de dar a luz. De todo te puedes encontrar en los
hospitales.
Me estaba muriendo de hambre ya, pero debía
estar al pendiente por si decían que ya iban a sacar a Bill de terapia
intensiva o no. Shannon me insistió varias veces en que ella me invitaba a
desayunar, y obviamente siempre rechacé su invitación.
Sonaba
en mi celular ‘Cuando pase el temblor’
de Soda Estéreo, banda de rock argentina (muy buena).
El novio de Shannon —ella me dijo que es su
novio— casi me restregaba en la cara que ya había desayunado y yo no. Mi
estómago rugía.
(Tú)— Ok, venga: iré a desayunar, pero será
rápido. Tengo que estar al pendiente de mi… amigo —que raro era pronunciar la
palabra “amigo”.
Shannon— Tranquila, Zac puede estar al
pendiente de tu amigo: ¿cómo se llama él? —me miró.
(Tú)— Ah… ¿cómo se llama? Mmm, bueno. Se
llama… Bill —dije casi en un murmuro.
Shannon— ¿Bill, qué?
Hora de
soltar lengua.
(Tú)— Bill… Kaulitz —murmuro.
Shannon— ¿Bill Kaulitz? ¿El empresario de los hoteles
BRIGDE©? —susurró sorprendida.
Zac— Wow —dijo.
(Tú)— Solo… estate al pendiente ¿sí? Te lo
agradecería mucho —le digo a Zac.
Shannon— Ah, ok… Vamos, Jessie.
Caminamos hacia el elevador y entramos.
Pensé que ya todos me reconocerían por aquella nota en el periódico, pero al
parecer no. ¿Haría Bill algo al respecto?
Shannon aún seguía sorprendida. ¿Tan malo era ser amiga del empresario exitoso
en todo Nueva York? Bajamos a la planta baja y nos dirigimos a la cafetería. Al
llegar Shannon pidió café y cóctel de frutas; yo en cambio pedí una hamburguesa
vegetariana y un gran jugo de naranja. Nos dieron la comida y la pelirroja se
encargó de pagar todo —que generosa la chica—.
Nos
sentamos en una mesa cercana a la salida y desayunamos. Shannon nunca dejó de
quitarme la mirada.
(Tú)— ¿Por qué me miras así? —dije
confundida.
Shannon— Tú eras la supuesta novia de ese
tipo ¿no? Fuiste un hit en todo Nueva York —dijo.
(Tú)— No era la novia de Bill Kaulitz: solo
somos amigos —murmuro.
Shannon— Pobre de él: perdió a su esposa; y
para colmo pierde a su hermano gemelo —niega con la cabeza—: digno para uno se
suicide.
Frunzo el ceño. ¿El tenia un hermano
gemelo? Esa no me la sabía. ¿También el moriría? Tom. ¿Qué? ¿Y a qué viene Tom? Decido comenzar a preguntarle sobre
el supuesto hermano gemelo de Bill.
(Tú)— No sabía eso —dije interesada—.
¿Sabes algo más?
Shannon— Bueno —dice, dejando la taza de
café a un lado—, poco se sabe realmente del hermano de Bill Kaulitz pero según
la gente chismosa tenía un hermano gemelo… desapareció cuando tenía 14… Y desde
entonces Bill no sabe nada de él, ni nadie. Se lo tragó la tierra —alza sus
cejas.
(Tú)— Wow, es… raro. Nunca… él nunca me
habló de eso.
Shannon— Poca, escasa es la gente que sabe
de Bill Kaulitz. Si supieras como era antes de que su esposa muriera, quedas
sorprendida: Bill Kaulitz… por Dios —suspira—. Era un tipo buena onda, para
todo sonreía: andaba de aquí para allá, hacía bromas con todos, era el número
uno en la lista de los mejores empresarios —sonríe—. Y bueno, con su esposa…
¡qué rayos! A cada rato decía que la amaba: hacían la pareja perfecta…
Guarda silencio. Ahora venía la parte fea.
Por alguna razón… sentí algo en mí: escuchar que Bill y Frances hacían la
pareja perfecta… algo de desmotivación. Algo así como si hubiera caído a la
friendzone indirectamente. No, Bill no me gustaba pero… era raro. Era como si
yo misma me dijera: a Bill no le gusta porque él nunca va a remplazar a
Frances. ¿Pero qué carajos estoy
pensando?
Shannon— Pero ella cuando murió: Bill dejó de
salir en televisión, en periódicos; claro, nunca dejó de ser los más exitosos…
pero ya no era lo mismo. ¿Sabías que cuando su esposa murió el corrió a todos
en el funeral para quedar solo él? Oh, joder: eso conmocionó a todo mundo.
Jamás nos imaginamos tal noticia; y cuando nos enteramos de las causas de la
muerte… fue triste; de alguna manera aunque no los conociéramos sentimos feo:
eran… wow. Perfectos. Ahora Bill Kaulitz era un maldito tacaño, envidioso, frío,
voluble… raro —se estremece—. Dejó de ser él…
Me imaginé todo en mi cabeza como una cinta
de película: todo comenzaba bien pero de repente todo se volvía blanco y negro.
Bill Kaulitz el deprimido, el ‘tacaño’, el frío… Ahí aparecía en mi cabeza, como
una recreación. De la nada pensé en el videoclip de Guns N’ Roses y su canción
‘November Rain’: más o menos por ahí
iba el problema.
No
dije nada. Shannon ya no continúo con el relato; me vi afectada por un momento
con todo esto: toda la información a detalle estaba invadiendo mi cabeza, más
aparte con lo que acaba de pasar… ¿Qué carajos hago?
Doy un enorme sorbo al jugo de naranja.
Shannon— Me es increíble que hayas hecho
una amistad con Bill Kaulitz: no cualquiera lo logra ¿eh? —dice.
(Tú)— Fue por pura casualidad el
conocernos; créeme: yo jamás había escuchado hablar de este —bufo—.
Independientemente de lo que pasó… no es tan malo después de todo: él necesita
gente en la cual confiar.
Shannon— Habla por ti misma —se encoje de
hombros.
Oh,
Bill Kaulitz ¿qué voy a hacer contigo? Eres todo un lío.
(Tú)— He terminado —digo.
Shannon— Yo igual. Vámonos.
Al levantarme Shannon toma mi mano. La
miro.
Shannon— Es una casualidad que te lo hayas
topado. Puede que ahora tú seas la sucesora de la esposa de Bill.
(Tú)— Ni en sueños.
No me
gusta Bill, no me gusta Bill. Somos diferentes.
*
* *
Justo
a las 6.34 pm vi a Santiago salir del elevador. Sonríe aliviada al verlo. Me
levanté para recibirlo; nos abrazamos fuertemente y nos sentamos. Shannon y Zac
estaban frente a nosotros.
Santiago— ¿Nada? —preguntó.
(Tú)— Se le subió un poco el ritmo
cardiaco, pero ya todo está bien: tal vez esté ahí en terapia intensiva 1
semana —dije.
Santiago— Mucho tiempo. ¿Piensas vivir aquí
en el hospital? —dice divertido.
(Tú)— Claro, si es necesario —asiento.
Santiago niega con la cabeza. Ese perro:
siempre está cuando lo necesito. Ahora que él estaría un rato acá yo
aprovecharía para bañarme y traer unas cuantas cosas.
(Tú)— De verdad, Santiago: llámame si algo
pasa. No voy a tardarme mucho ¿sí? —lo miro.
Santiago— Descuida, bitch: yo estoy al tanto —asintió.
(Tú)— Gracias. Te amo por eso.
Me levanto del sofá con mi mochila y antes
de irme me despido de Shannon y Zac diciéndoles que no tardaría en regresar.
Salgo disparada al elevador y al salir completamente del hospital le hago la
parada a un taxi y me dirijo a casa.
Una
puta semana en terapia intensiva… no puede ser. Esto es peor de lo que pensé.
haaa fui la primera
ResponderEliminarmori aaa amo ti fic eres grande aaaa me dejas con mucha intriga que sera de bill k va a. apasar sube prontto siempre loo dejas en lo emosionante aaa eres mal sigue pronto te kiero alien chaito
aaahhhhhh que cosas por dios sube mas no me dejes asi un beso
ResponderEliminar¡Oh, dios!
ResponderEliminarQue martirio, deseo leer más.Es genial, mucho... Demasiado diría yo.
Cuídate mucho bye.
meeeeinnn gooooddd que pasara????
ResponderEliminarmuero de la intrigaaaaa
oye :) estoy escribiendo una fic de tom y tengo trailer :) sé que te gustará
http://tuamoresdementiratkth.blogspot.com.ar/2013/08/amor-de-mentira-trailer-oficial.html
pasateee!!!
espero el prox
bye cte:)